Te voy a confesar un secreto: no me gusta el roscón de Reyes. Bueno, no me gusta el clásico de brioche relleno de mazapán y decorado con frutas escarchadas (de ese solo salvaría el brioche). Pero, por contra, me encanta la tradición del roscón, la de compartir en familia, la de reírse del que le toca pagar y hacerle fotos al coronado. Sí, esas fotos que, pasada la Navidad, reenvían a traición en alguna conversación de whatsapp.
Hace unos años, después de haber hecho dos horas de cola para conseguir un roscón de Reyes (que además tenía encargado, tiene guasa la cosa), decidí que, a partir de ese momento, el roscón lo haría yo en casa. Y que lo haría a mi gusto, sin amasar y sin pasarme horas en la cocina. ¿Cómo es ese roscón?
Es un roscón de hojaldre, relleno de nata, en la que escondo el haba y una moneda. Una tradición que trajo a España Felipe V, porque en su Francia natal celebraban le roi de fave (el rey del haba). Luego, además del haba añadieron una moneda y el haba pasó a ser la sorpresa mala (ya sabes, si está en tu trozo de roscón, saca el billetero porque te toca pagarlo). Si lo que esconde tu ración de roscón es la moneda… ¡enhorabuena! Ponte la corona y a disfrutar del reinado.
El haba del roscón de Reyes ha servido incluso para acuñar un nuevo adjetivo: tontolaba. Quien sacaba esta legumbre era el tonto del haba, el tonto l'haba, el tontolaba. La moneda también sufrió cambios, y desde hace ya muchos años se sustituye por una figurita de un rey, para que no haya dudas sobre quién tiene que lucir la corona.
Espero que, te salga lo que te salga, o aunque no te salga nada, disfrutes mucho del roscón.
Muchas gracias por estar al otro lado de la pantalla.
El viernes que viene, más.
P.D.: También espero que los Reyes Magos te traigan muchos regalos. ¡Aún estás a tiempo de mandar la carta! Te paso lo que he pedido yo este año, es todo lo que ves en esta selección. Te dejo copiarte 😉.
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