Hay recetas que nacen del apuro y se convierten en imprescindibles. ¿A quién no le ha pasado? Te levantas con antojo de bizcocho, vas a sacar la harina y… sorpresa: ni rastro. Y claro, es domingo, o festivo, o hace frío para salir a comprar. En vez de renunciar al capricho, prueba esto: un bizcocho sin harina, hecho solo con chocolate fondant , huevos, mantequilla y azúcar. Parece magia, pero funciona . Os aseguro que esta receta es una auténtica joya. No solo es fácil y rápida, sino que tiene una textura tan suave y jugosa que parece sacada de una pastelería . Por dentro queda húmedo, casi tipo brownie, y por fuera se forma una costrita ligera que hace contraste. No lleva levadura ni harina, así que es perfecto también para personas celíacas o que evitan el gluten. Eso sí, usa un chocolate de calidad, es la clave del éxito. En casa la preparamos más veces de las que nos gustaría reconocer. Es de esos postres que solucionan cualquier comida improvisada, que gustan a todo el mundo y que puedes amoldar al gusto de tus comensales sin ningún problema, con virutas, nata, helado, fruta fresca… o tal cual, que es como más nos gusta. Si tienes 35 minutos y ganas de chocolate, este es tu postre . ¿Por qué funciona sin harina? Aunque parezca extraño, no todas las masas necesitan harina para cuajar. En este caso, la estructura se sostiene gracias a los huevos, que se montan bien y se cocinan en el horno , creando una especie de mousse cocida. El chocolate, al enfriar, también aporta cuerpo. El resultado es un bizcocho denso, húmedo y lleno de sabor, sin perder ligereza. ¿No tienes chocolate fondant? Puedes usar tabletas de chocolate negro normal, siempre que tengan al menos un 70 % de cacao. Eso sí, ajusta el azúcar si ves que es más dulce de lo normal. Un pastel sin complicaciones que siempre queda bien Este bizcocho sin harina es una de esas recetas que uno guarda para siempre. No solo porque está delicioso, sino porque se hace en menos de 35 minutos y sin ingredientes raros. Y aunque sea simple, tiene un sabor y una textura que sorprenden, incluso a los más exigentes. En casa lo servimos muchas veces con helado de vainilla o con una cucharada de yogur griego y ralladura de naranja. Lo bueno es que s e adapta a lo que tengas por la cocina y siempre queda bien. Es el postre perfecto para una comida improvisada, para llevar a una merienda o para esos días en los que necesitas algo dulce sin complicarte.