Uno de mis grandes aliados en la cocina es, sin lugar a dudas, el arroz. Con él puedo hacer todo tipo de platos. Desde una sopita reconfortante con jamón y pimiento en los días fríos, hasta la paella del domingo o un delicioso arroz con leche que en casa nos encanta. Pero, hasta hace poco, una de las recetas con arroz más básicas se me resistía: el arroz blanco. Todo el mundo me decía que me quedaba soso, sin gracia. Hasta que una amiga me contó su truco y desde entonces me queda genial y ya nadie se queja.
Simplemente, una vez cocido, le agrego un poquito de salsa de soja. Parece mentira, pero unas gotitas de este condimento de origen asiático transforman el arroz en algo delicioso. Y si ya quiero rizar el rizo, lo salteo ligeramente en la sartén (con unas gotitas de aceite de oliva) y en casa me hacen la ola. Y, si tengo, lo espolvoreo al final con unas semillas de sésamo... ¡espectacular!
Desde que descubrí este truco, el arroz blanco ha pasado de ser una simple guarnición para carnes, pescados y verduras a una elaboración estrella en mi cocina. Lo uso para preparar un arroz a la cubana cuando no tengo mucho tiempo de estar en los fogones, para rellenar pimientos del piquillo o incluso como base para una ensalada con pollo asado y verduras. Es tan versátil que, cuando me doy cuenta, ya lo estoy cocinando otra vez.
La clave para un arroz perfecto
Cocina Fácil / RBA
Lo cierto es que lograr un arroz blanco en su punto tiene su ciencia. A nadie le gusta que quede apelmazado o, por el contrario, demasiado duro. Y aquí la clave es la cantidad de agua y el método de cocción. Mi truco infalible es la proporción de 2:1, es decir, dos partes de agua por cada parte de arroz.
Eso sí, el tipo de arroz también influye: si es de grano largo, como el basmati, con un poquito menos de agua es suficiente; si es arroz redondo, la cantidad justa es la clave. Ante la duda, lo mejor es seguir las instrucciones escritas por el fabricante en el paquete.
El procedimiento es sencillo: pongo el agua a hervir con un pellizco de sal y una hojita de laurel para darle aroma. Cuando rompe el hervor, agrego el arroz, remuevo con una espátula o cuchara de madera y bajo el fuego a media intensidad. Lo dejo cocinar tapado durante unos 10-12 minutos sin tocarlo. Apago el fuego, dejo reposar cinco minutos más y, para que quede suelto, lo separo con un tenedor. Así me queda perfecto cada vez.
Consérvalo en raciones individuales
Siempre hago más cantidad de la que necesito porque es un gran comodín en mi nevera. Un truco estupendo, es guardarlo en porciones individuales. Después de escurrirlo bien en un colador, lo pongo en vasitos previamente untados con un poco de aceite de oliva y presiono con el dorso de la cuchara para compactarlo.
Cuando quiero usarlo, solo tengo que desmoldarlo con cuidado (pasando un cuchillo por el borde interior del vasito) y calentarlo unos segundos en el microondas. ¡Quedan unos flanecitos supervistosos! Así, aguantan un par de días sin problemas. Además, me van estupendos para acompañar cualquier guarnición o para cuando mis hijos llegan con hambre y quieren matar el gusanillo.
Ideas para sacar partido al arroz blanco
Cocina Fácil / RBA / Irene Requena
Si crees que el arroz blanco solo sirve para acompañar, te sorprenderás con todas las maneras en las que puedes usarlo. Una opción rápida son las ensaladas de arroz. Combínalo, por ejemplo, con gambas, mejillones y pimientos o con pollo asado y tomatitos. Ambas recetas son ideales para dejar en la nevera.
Por otro lado, en temporada de guisantes, prueba el arroz blanco con alcachofas, guisantes y pimiento, una receta fácil, saludable y rápida. Y en otoño, yo siempre preparo un arroz salteado con setas, jamón serrano, ajos tiernos y judías verdes que queda delicioso.