Las torrijas son uno de los postres más tradicionales de la Semana Santa en Sevilla, y si bien las torrijas de La Campana, la emblemática confitería del centro sevillano, son las más famosas, hay muchas variaciones que se disfrutan durante esta época del año. Entre ellas destacan las clásicas torrijas de miel, con su toque dulce y suave, o las torrijas de crema, que aportan un sabor más cremoso y delicado. Pero si buscas algo más innovador, las torrijas de frambuesa con chocolate blanco y los canutillos de torrijas rellenos de crema pastelera son la opción perfecta para quienes prefieren una versión original pero manteniendo los sabores de siempre.
Desde su ubicación en la esquina de la calle Sierpes, La Campana lleva elaborando este manjar desde hace décadas. Aunque no se puede confirmar si las torrijas formaban parte de la carta original desde 1885, año en que se fundó el establecimiento, hoy en día son, sin duda, uno de sus productos más emblemáticos y demandados. Borja Hernández, gerente del local y biznieto del fundador Antonio Hernández Merino, explica que solo el Viernes de Dolores pueden vender más de mil unidades. Cifras que no sorprenden a quienes las han probado.
Un secreto bien guardado: el pan con el que todo comienza
Una de las grandes particularidades de estas torrijas es que no se elaboran con pan común. La confitería cuenta con una receta exclusiva para un pan tipo molde que incorpora huevo en su masa, lo que le da una textura de bizcocho y un sabor muy característico. Este detalle marca la diferencia y es una de las razones por las que estas torrijas tienen tantos fans.
El pan se hornea en moldes especiales que permiten obtener rebanadas cuadradas, de unos dos centímetros de grosor, pensadas para absorber todos los sabores sin deshacerse durante el proceso.
@confiterialacampana
Dos días de mimo y tradición
Elaborar las torrijas de La Campana no es un proceso rápido. Lleva al menos dos días y cada paso se realiza con precisión casi ceremonial. Una vez cortado el pan, se introduce durante 24 horas en una mezcla líquida que incluye vino blanco del Condado de Huelva, agua y un toque de sal. Este primer “baño” potencia el sabor y prepara el pan para la siguiente etapa.
Al día siguiente, las rebanadas se fríen en aceite de oliva que se renueva con frecuencia para asegurar que el resultado sea siempre dorado y uniforme. Una vez fritas y escurridas, llega el momento del segundo baño, esta vez más dulce: una mezcla templada de miel, agua y azúcar en la que las torrijas se empapan completamente antes de reposar.
Como toque final, justo antes de llegar a los mostradores, se “pintan” a mano con una capa de miel utilizando una brocha.
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Solo por tiempo limitado
Lo más curioso (y frustrante para los fans del dulce) es que estas torrijas solo se venden desde el Miércoles de Ceniza hasta el Domingo de Resurrección. A pesar de la demanda constante a lo largo del año, La Campana mantiene esta tradición estacional, lo que las hace aún más especiales. De hecho, muchos turistas aprovechan el fin de la Semana Santa para llevarse unas cuantas a casa.
Si tienes la suerte de estar en Sevilla durante la Cuaresma, no puedes perderte las famosas torrijas de La Campana. Su sabor, historia y tradición hacen que este dulce sea mucho más que una simple receta, es una experiencia que se ha transmitido de generación en generación. Y aunque solo estén disponibles durante unos pocos días al año, su sabor se queda en la memoria de quienes las prueban, convirtiéndose en un imprescindible de la Semana Santa sevillana. No dejes pasar la oportunidadde disfrutar de estas deliciosas torrijas y sumérgete en la tradición más dulce de la ciudad.