Los sándwiches tienen algo de mágico. Son rápidos, versátiles, salvavidas en días con prisas y reconfortantes como un abrazo. Todos tenemos nuestro favorito, el de jamón y queso de toda la vida, el vegetal de la cafetería de la esquina, el mixto con pan bien tostadito... Pero, ¿y si te dijera que hay una forma de convertir ese bocado sencillo en algo digno de un chef con 12 estrellas Michelin?
El gran Martín Berasategui lo tiene claro: “Si usas jamón ibérico asado en lugar de simple fiambre, elevas el sándwich a otro nivel”. Y es que no hablamos de un sándwich cualquiera. Lo que Berasategui propone es una versión mejorada y sabrosísima del clásico bocadillo de jamón, con un par de toques de chef que marcan una diferencia brutal. Vamos a verlo con calma, que este tipo de cosas no se pueden despachar en dos frases.
Un ingrediente estrella que lo cambia todo
El jamón ibérico ya es una joya en sí mismo, pero Berasategui propone un paso más allá: asarlo ligeramente en la sartén para realzar su sabor y textura. Así, en lugar de echar unas lonchas frías de fiambre directamente sobre el pan, lo calientas un poco y dejas que sus aromas se despierten.
El resultado es espectacular, más jugoso, más sabroso, con ese toque espectacular que solo los productos bien tratados consiguen. Es como si el jamón sacara pecho y dijera: "¡Ahora sí que estoy listo para brillar!".
El pan, la base de todo
Otro punto clave que subraya el chef donostiarra es el pan. No vale cualquier pan, ni mucho menos uno que lleve días rodando por la cocina. Él recomienda pan de molde blanco (sí, del de toda la vida) pero tostado con una pizca de mantequilla pomada.
¿Y qué conseguimos con eso? Pues una rebanada crujiente por fuera, ligeramente dorada, con ese puntito graso que potencia todos los sabores. Si alguna vez te has preguntado por qué los sándwiches de los bistrós franceses saben tan bien… este es uno de sus secretos.
Yo, personalmente, le doy un toquecito más, una pizca de sal en escamas justo después de tostarlo, cuando la mantequilla aún está caliente, ¡un espectáculo!
La salsa que no sabías que necesitabas
Y aquí viene una de las joyas de la receta: la salsa gribiche. Suena muy francés (porque lo es), pero no te asustes, que se hace en un momento. Lleva mostaza de Dijon, aceite de oliva, vinagre de vino blanco, alcaparras, pepinillos y perejil fresco. El resultado es una mezcla cremosa, ligeramente ácida, con un sabor vibrante que combina de maravilla con el jamón.
Un toque verde y con carácter
Para redondear la jugada, Berasategui añade rúcula salteada, y ahí vuelve a demostrar que no deja nada al azar. No la pone cruda, como haríamos tú o yo en un día rápido, sino que le da una vuelta por la sartén, lo justo para que pierda su rigidez y gane suavidad, manteniendo ese sabor ligeramente amargo y fresco.
La rúcula aporta equilibrio, rompe con la grasa del jamón y de la mantequilla, y además le da un toque visual muy resultón. No te saltes este paso, te aseguro que se nota la diferéncia.
Cómo se monta el sándwich perfecto según Berasategui
Para 4 personas
Ingredientes
- Salsa gribiche
- Jamón ibérico
- Pan de molde blanco
- Mantequilla
- Rúcula
Paso a paso
Prepara la salsa gribiche
Mezcla una cucharadita de mostaza de Dijon con una cucharada de vinagre de vino blanco, 3 cucharadas de aceite de oliva, una cucharadita de alcaparras, otra de pepinillos picados y perejil fresco al gusto. Reserva.
Tuesta el pan con mantequilla
Unta dos rebanadas de pan de molde blanco con mantequilla pomada por un lado y tuéstalas en una sartén hasta que estén doradas. Espolvorea una pizca de sal en escamas nada más sacarlas.
Calienta el jamón ibérico
Pasa las lonchas por la sartén unos segundos, lo justo para que se templen y suelten aroma.
Saltea la rúcula
En la misma sartén, saltea unas hojas de rúcula con una gota de aceite. Apenas 30 segundos.
Monta el sándwich
Sobre una rebanada de pan, pon una capa de salsa Gribiche, las lonchas de jamón, la rúcula, y cierra con la otra rebanada.
Mi toque personal (con respeto al maestro)
Martín, si me estás leyendo (soñar es gratis), permíteme que le dé un toque mío: una fina capa de cebolla caramelizada. Solo una cucharadita, bien repartida, justo debajo del jamón. El dulzor de la cebolla hace una pareja maravillosa con la intensidad del ibérico y equilibra el punto ácido de la salsa. No lo digo yo, lo dicen cuantos lo prueban, os aseguro que a todos les encanta la combinación.
Una cena gourmet sin salir de casa
Este no es un sándwich más. Es una pequeña obra de arte que se hace en 15 minutos y deja a cualquiera con los ojos en blanco. Es perfecto para una cena informal, para sorprender en una merienda con amigos o, por qué no, para darte un homenaje en solitario mientras ves tu serie favorita.
Porque al final, como dice Berasategui: “La cocina es una pasión que se transmite en cada bocado”. Y este bocado, créeme, transmite mucho.