En 2008, Alfonso Díez Carabantes (Palencia, 1950) entró en un cine y, a la salida, su vida, tranquila y anónima hasta aquella tarde, no volvería ya a ser la misma: se había encontrado con una mujer a la que había conocido 30 años antes, en un palacio, donde acudió en compañía de su hermano, Pedro, anticuario, para ver unas obras de arte; posteriormente ella se había casado con un amigo suyo, Jesús Aguirre (1934-2001), y hacía años que no se veían. Ella era Cayetana de Alba. Ella tenía 82 años; él 58. Hablaron de los viejos tiempos, de amigos ya idos, de cine, y ya no se separaron hasta contraer matrimonio, contra viento y marea (léase hijos) al cabo de tres años, el 5 de octubre de 2011, en la capilla del Palacio de Dueñas, en Sevilla. Fue un romance de tres años que, como una novela por entregas, el mundo mediático fue siguiendo entre anuncios de bodas, desmentidos, y noticias sobre peleas familiares, ya que los hijos de la Duquesa veían peligrar su herencia en caso de que doña Cayetana volviera a casarse.
¿Quién era Alfonso Díez?
¿Quién era ese hombre alto y delgado que, cada sábado por la mañana cogía el Ave Madrid-Sevilla para pasar el ‘week end’ con la duquesa en el sevillano Palacio de Dueñas y, el lunes, se reincorporaba al trabajo como funcionario del Estado? Hombre culto, amante del cine (después de casarse escribía crítica cinematográfica en un diario de Madrid), de las antigüedades, del arte y de los viajes, es hijo de don José Díez (militar de infantería) y Pilar Carabantes (de familia de médicos y de militares), que tuvieron 11 hijos. Su abuelo, Julián Díez tiene una calle a su nombre dedicada en Palencia, ya que fue dueño de la Fábrica de Chocolates San Antolín, establecimiento abierto en 1884, de renombre en la provincia.
Tras cursar estudios en el colegio Hermanos de La Salle, Alfonso Díez se trasladó a Madrid para abrirse camino laboralmente, e ingresó como funcionario en la Seguridad Social. Durante 30 años tuvo un piso de 94 m2, en el barrio de Chamberi, y sus amigos le definen como un hombre ameno, divertido, culto y tranquilo. Su reencuentro con la duquesa, en 2008, al salir de un cine, le cambió la vida, cierto; pero también se la cambió a ella, ya que seriamente perjudicada de salud, con problemas de movilidad y aún abatida por la soledad en que vivía sumida desde la muerte de Jesús Aguirre, Alfonso Díez apareció en su camino como un hombre educado, culto, conversador, que la acompañó en varios viajes (París, Egipto, entre otros), y esa relación inesperada le indujo a tratarse de la hidropesía que padecía desde hacía tiempo. Una vez operada en Sevilla, con un rotundo éxito, la imagen de Cayetana de Alba en silla de ruedas pasó a la historia: fue una recuperación sorprendente. Una recuperación física y también psíquica, ya que recuperó energías para enfrentarse pacíficamente a sus hijos (repartió parte de sus bienes entre ellos) y casarse con Alfonso Díez, quien desde que se convirtió en Duque de Alba consorte, se instaló en Sevilla con su mujer, a cuya herencia se comprometió a renunciar, por escrito, antes de la boda.
Desconsolado, tras la muerte de la duquesa
Su matrimonio apenas duró tres años, nada extraño dada la avanzada edad y la mala salud de hierro de Cayetana de Alba. Pero fueron tres años en los que Alfonso supo ganarse el afecto de los hijos de su esposa, quienes, inicialmente, no vieron con buenos ojos su relación. A su lado, la duquesa de Alba pudo realizar algunos de sus viajes soñados, como a Tailandia o a Roma. Fue precisamente en Roma donde Cayetana sufrió una caída y se rompió la cadera. Aunque salió bien de la operación, su movilidad ya no fue la misma. Alfonso, siempre dedicado a la duquesa, amable con todo el mundo, su imagen de viudo desconsolado tras el fallecimiento de Cayetana, el 20 de noviembre de 2014, sobrecogió a todo el mundo.