Los bizcochos clásicos como este ganan enteros cuando les añades una cobertura de fruta por encima. Si además las pincelas con mermelada o almíbar conseguirás un acabado brillante que le dará un aspecto de lo más apetitoso. Lo bueno de este tipo de elaboraciones es que nos pueden servir tanto para un desayuno o merienda especiales como para servirlo de postre si tenemos invitados. Si no tienes esencia de vainilla en casa siempre puedes aromatizar tu bizcocho con ralladura de naranja o limón o con cualquier otra esencia que tengas por ahí y que pueda combinar bien con los melocotones. Gracias a la presencia de vainilla y al dulzor natural de la fruta puedes reducir significativamente la cantidad de azúcar que lleva este bizcocho. Todo dependerá de lo acostumbrado que esté tu paladar (y el del resto de comensales). Ya sabes que la Organización Mundial de la Salud recomienda no sobrepasar el consumo de 25 gramos de azúcar libre al día, así que, aunque sea poco a poco puedes ir reduciendo cantidades sin darte cuenta. Consejos ¿Quieres convertir este bizcocho en una tarta deliciosa en un abrir y cerrar de ojos? Una vez se haya enfriado tras la cocción en el horno, monta un poco de nata con azúcar. Recuerda que para que suba es clave que tanto la nata como los utensilios que utilices (las varillas de la batidora y el vaso) estén bien fríos. Corta el bizcocho en dos mitades de forma horizontal y rellena con la nata. A la hora de hacer el bizcocho es importante que realices el primer paso correctamente, la parte de batir los huevos con el azúcar. No basta con mezclarlos sin más, tiene que quedar una textura cremosa y aireada para que el resultado sea tan esponjoso como te imaginas. ¿No es temporada de melocotones y fresquillas? ¡No hay problema! Puedes hacer la misma preparación utilizando estas frutas en almíbar.