Álvaro Vizcaíno, superviviente de 48 horas de naufragio: “Si yo te pregunto, qué es lo que más temes perder, seguro que tu respuesta es aquello que más amas"

¿Sientes que el miedo te paraliza? ¿Crees que no eres capaz de conseguir aquello con lo que sueñas? ¿Las circunstancias te superan? Álvaro Vizcaíno cayó de un acantilado de 12 metros, sobrevivió a 48 horas de naufragio y en su nuevo libro nos cuenta cómo afrontar el miedo. Su conclusión: el miedo no es tu enemigo, es tu maestro.

Celia Pérez
Celia Pérez León

Periodista especializada en lifestyle y cultura

Álvaro Vizcaíno
Mario Entero

En 2014, Álvaro Vizcaíno, por aquel entonces empresario y un amante del surf, sufrió un accidente que dejó a España sin palabras. Mientras exploraba la costa oeste de la isla de Fuerteventura buscando un acceso a una playa de Cofete, resbaló en una zona de dunas y cayó por un acantilado de aproximadamente 12 metros. Consiguió sujetarse, pero para sobrevivir solo vio una opción: saltar al mar. La caída le fracturó la pelvis y lo dejó gravemente herido. El mar no le puso fácil la tarea de sobrevivir. Pero lo hizo. Consiguió llegar a una pequeña cala cercana y, durante las restantes 48 horas que estuvo desaparecido, sobrevivió. Sin agua, a 35 grados, herido, solo.

Vizcaíno sobrevivió, y la suya se convirtió en una historia de resiliencia, instinto, supervivencia y sí, de miedo. Porque en cada uno de esos minutos, asegura, vivió miedo. Sin embargo, el autor superó lo sucedido y al recuperarse decidió que tenía que aprender más sobre lo que había sucedido en su mente, sobre el miedo y otras tantas emociones. Fue por eso por lo que se formó en psicología transpersonal, Gestalt y coaching, fue así como escribió El miedo es tu maestro.

Álvaro Vizcaíno ofrece en esta ocasión una entrevista para Lecturas en la que nos explica cómo hacer del miedo un aliado, y como enfrentarlo cuando estamos ante algo importante. Porque como dice el autor, miedo y amor son solo dos caras de la misma moneda.

Una pregunta que creo que muchos tenemos que hacernos para poder empezar a lidiar con él es… ¿Qué es el miedo?

El miedo es una señal de que algo es importante para nosotros. Algo que no es importante, simplemente no nos da miedo, ni siquiera lo tenemos en cuenta. Digamos que hay dos fuerzas muy básicas, amor y miedo. El amor es una oportunidad, algo que nos interesa, a lo que nos acercamos. El miedo es algo que rechazamos, algo que nos conmueve y nos hace alejarnos. Pero ambos nos señalan el mismo camino de progreso.

Si yo te pregunto, qué es lo que más temes perder, seguro que tu respuesta es aquello que más amas. Por lo tanto, amor y miedo te señalan la misma cosa.

El miedo nos ha mantenido vivos, nos hace evolucionar. Un león tiene que ser cada vez más fuerte, una gacela cada vez más rápida, por miedo a no sobrevivir. Por lo tanto, nosotros tenemos que desarrollar nuestras cualidades, que encontramos como problemas, para evolucionar. El miedo nos señala el camino.

Te he leído decir que el ser humano tiene en realidad diez veces más fuerza de la que imagina. ¿Hay alguna forma de que podamos conectar con estas fortalezas ocultas sin pasar por algo tan extremo como lo que viviste?

Lo que nos desgasta es el exceso de pensamiento. Nos hace gastar energía y no concentrarnos en lo importante. Para descubrir esa fuerza diez veces más poderosa te tienes que concentrar en lo importante, y no en el pensamiento recurrente de todas las cosas que pueden ir mal. De hecho, nuestra mente siempre está pensando en el futuro o preocupada en el pasado, arrepintiéndose. Cuando te ubicas en el presente, en el aquí y ahora, y desechas esos pensamientos del futuro, del pasado, del mundo exterior que no puedes cambiar, te quedas con lo importante. Y entonces, en ese momento, sí puedes ser ayuda. ¿Quieres encontrar tu fuerza? Entonces tienes que tocar con autenticidad aquello que te atemoriza y que tú sabes que te va a ayudar a evolucionar.

Imagínate que un coche atrapa a tu hijo debajo. En un momento estás en un presente tan radical que corres, como han demostrado algunas madres, y levantas el coche para sacar tu hijo. Luego hacen esa prueba con esa persona y es imposible que levanten ni la décima parte de ese peso. ¿Por qué ha hecho eso? Porque su amor y su miedo se han concentrado en el presente, en aquello que es importante.

Cuando aparecen emociones, como el miedo, que amenazan con bloquearnos. ¿qué podemos hacer?

Sin duda, lo mejor es cerrar los ojos y sentir tu cuerpo. Porque el cuerpo siempre está en el presente. La mente está en el futuro y en el pasado, llena de preocupaciones. Cuando te vas a bloquear, te sientas, cierras los ojos, te concentras en el peso de tu cuerpo, respiras varias veces concentrándote en la respiración y dejas que vengan los pensamientos. Cuando vengan esos pensamientos, los jerarquizas y te preguntas, “¿esto es importante o no es importante?” Y, sobre todo, la gran pregunta, “¿está en mi mano resolver esto?”

La guerra en Ucrania, la crisis económica, la pandemia. ¿Está en tu mano resolver eso? Pues no le prestes más atención porque no tienes tanta energía. Concéntrate solo en aquello que está en tu mano resolver. Cuando tú seas capaz de asomarte a ese miedo y una vez que esté ahí delante de ti, digas, “ah, es este el que me bloquea”, lo miras de frente y le dices, “quiero que me hables y me des tus razones”.

Y una vez que te explique sus razones por la que te está bloqueando, tú le dices, “vale ok, mira, voy a dar el siguiente paso con miedo. Quiero que vengas de mi mano y me cuentes por qué no lo puedo hacer”. Y entonces yo lo voy a hacer dando solo un paso, con miedo. Y luego el siguiente. Vas negociando cada paso. Nos bloqueamos porque nos concentramos en el resultado, queremos tenerlo ya, pero lo interesante es simplemente concentrarse en el siguiente paso. Y lo haces con miedo.

¿Es posible tener una relación saludable con el miedo? ¿Puede ayudarnos en algunas circunstancias si lo tenemos controlado?

Sí, por supuesto. El miedo es tu mejor amigo, es tu maestro. Ha sido muy maltratado, porque nos gustan los cuentos infantiles en los que existe el bien y el mal, el problema son los otros, cuando llegue un momento seré feliz… Pero realmente esos momentos nunca llegan, siempre pasa algo nuevo.

Hay bien y mal dentro de nosotros, solo que no nos atrevemos a mirarlo. Una vez que nos atrevemos a mirar nuestro propio egoísmo, nuestra cobardía, nuestra timidez, nuestra inseguridad, aprendemos a tratarlo con cariño. Es una oportunidad. Hay algo que nos da miedo y por eso nos estamos comportando de forma cobarde, pero lo mejor es sacarlo a la luz. No es ocultarlo y decir “no, no, yo no soy cobarde, esos son los demás”. Es mejor mirar, por ejemplo, la propia cobardía, la inseguridad y pedirle que te explique. Porque aquello que se saca a la luz, da menos miedo.

Si puedes establecer ese diálogo, se convierte en algo sano, es más, te ayuda a evolucionar. Porque hasta ahora estaba manejando tus reacciones, tus emociones, y de repente se convierte en un amigo con el que puedes conversar. Al principio será muy incómodo, pero luego se acabará convirtiendo en un maestro.

Se suele decir que tenemos que “saber elegir nuestras batallas”. ¿Hay alguna que merezca la pena perder? ¿Cómo sabemos cuándo seguir luchando y cuando es mejor rendirse?

En esta vida creo que corremos más riesgo de morir insatisfechos: de la cantidad de cosas que perseguimos, de los modelos de éxito que tenemos ahí en la televisión, en las redes sociales, porque debería ser más guapa, más alta, más lista, más rica, más…

Creo que es mejor aceptar quién soy, cómo soy y las posibilidades que tengo. Es mejor rendirse con toda esa expectativa y concentrarse en aquello que puedo manejar. En ese sentido, es mejor aceptar el mundo y a los demás, sus opiniones, la injusticia, todo. No está en nuestra mano cambiarlo. Así que empieza a ser justo contigo misma, empieza a aceptarte tal cual eres y encontrarás la belleza. Merece la pena perder todas las batallas en las que perder implique aceptar el mundo y a los demás tal cual son. Y simplemente concentrarse en la gran batalla: acéptate, ámate y eso te dará la gran oportunidad de estar presente y desarrollar tu potencial.

Cuando tenemos por delante un objetivo difícil, que nos asusta, ¿qué podemos hacer para alcanzarlo o, al menos, intentar conseguirlo sin que el miedo nos bloquee?

Los objetivos difíciles que nos asustan, como decíamos al principio, lo hacen porque son importantes. Entonces, lo primero que tenemos que hacer es darle las gracias. “Has venido a decirme que esto es importante y por eso estoy muerto de miedo, así que gracias”.

Le damos demasiada importancia al resultado, y nos tenemos que concentrar en el proceso de gestionarnos a nosotros mismos. No intentes dar respuesta rápidamente, intenta entrenarte a ti mismo.

Y el primer entrenamiento es aceptar. Acepta que eso te importa, acepta que es difícil, acepta las emociones que te producen. Me pongo nervioso cuando, por ejemplo, voy a hablar en público. Acéptalo, no intentes decir “no, esto no me afecta” o “no, no lo voy a hacer”. Porque te vas a escapar, te vas a distraer. Quédate ahí presente con ese miedo. Si tienes que sudar, sudas, y te das la oportunidad de estar ahí acompañándote. Hazte esta promesa: “pase lo que pase, voy a estar ahí contigo. Pase lo que pase. No te prometo que será fácil, no te prometo que no va a haber problemas, te prometo que voy a estar ahí”. Eso da mucha calma porque te sientes en compañía de la persona más importante de tu vida: tú mismo, tú misma.

Y para acabar, si alguna de nuestras lectoras siente que en este momento el miedo la supera y no la deja ser feliz, ¿qué consejo le darías?

El mejor consejo que podría darle es que establezca una relación sana con ese miedo y con esa felicidad. ¿Por qué no intentamos sentirnos plenos? Y plenitud no implica ser feliz. Ser feliz, estás un rato y luego, ¿qué? ¿Es que todo lo que no sea felicidad es tristeza? Hombre, no. Yo creo que es mejor sentirte completa, sentirte en buena compañía.

Pero tienes que empezar por ti. Si cada vez que estás triste o no consigues algo, ya estás quejándote y estás reprochándote: “mira, ya estás así otra vez, es que el mundo me trata mal, es que yo no sé hacerlo”. Hombre, pero si es que te das la espalda cada vez que pasa un contratiempo, ¿cómo te vas a fiar de ti misma? Pero, ¿tú harías eso a una buena amiga? Si te lo hace una amiga o si lo haces tú, está claro que no hay una amistad sincera. Y, sin embargo, es lo que nos hacemos a nosotras mismas continuamente. La próxima vez que pase eso, acepta y con paciencia dices: “tranquila, estoy aquí para ti”.

Eso relaja, porque neutraliza la soledad, neutraliza el miedo al futuro, al que va a pasar. Y al estar en compañía, te sientes más relajado y la posibilidad de sentirte plena aumenta, y con eso las posibilidades de ser feliz.

Aceptación y gratitud. Acepta todo lo que tengas que aceptar ahí fuera, sin condiciones. Acéptate a ti, prométete que vas a estar ahí para ti, que vas a observar lo que te pasa y que te vas a tratar con compasión y da gracias por estar viva. Agradece tu suerte.