Las seis frases que repiten sin parar las personas desagradecidas, según la psicología

Empieza a practicar el agradecimiento eliminando de tu lenguaje estas expresiones que te acercan más a la infelicidad que a la felicidad, entre otros grandes beneficios

Enrique Espada
Enrique Espada

Periodista especializado en actualidad

Felicidad
CANVA

Desde la prestigiosa Universidad de Harvard lo aseveran con total seguridad: la gratitud está directamente relacionada con la felicidad. Es decir, el hecho de dar las gracias aumenta en buena medida la liberación de dopamina. Un simple gesto que ayuda a las personas a sentir en positivo, disfrutar de manera plena de las buenas experiencias, afrontar mejor las situaciones adversas que nos pone la vida por delante y construir sólidas relaciones.

Porque los eminentes profesores de Harvard, como el célebre Arthur C. Brooks, no hablan desde la hipótesis, sino que lo hace desde un punto de vista científico. Gracias a las muchas investigaciones realizadas hasta la fecha aseveran lo anterior y otros muchos beneficios derivados de la gratitud, como por ejemplo la reseñable reducción del estrés o el mejor manejo del dolor crónico.

¿Cómo empezar a practicar la gratitud en tu vida? Para empezar quitándose de encima estas seis frases tan habituales en el castellano que son muestra clara de todo lo contrario, la ingratitud y la infelicidad. Al principio puede costar desacostumbrarse, pero cuando lo consigas comenzarás a notar los positivos efectos de la gratitud en tu vida.

'Yo estaba allí cuando no tenías a nadie'

Según explican en 'Trendencias', alguien normalmente desagradecido no es puramente leal y, además, insta en las relaciones a que la otra persona ‘se trabaje’ la relación, como si tuviera la obligación de hacerlo. Frase y comportamiento, además, muy típico en perfiles de manipuladores para aislar a sus parejas de sus círculos personales.

Al sugerirse que ellos eran los únicos que “estaban allí cuando no tenían a nadie”, buscan consciente o inconscientemente manipular las emociones y los sentimientos de agradecimiento del otro para que se adapten mejor a sus necesidades.

'¿Por qué siempre me haces sentir así?'

Quien es desagradecido no tiene la capacidad de asumir sus acciones, por lo que siempre acaban echando la culpa a los demás. Según varias investigaciones, la mayoría de los desagradecidos recurren a estas ‘malas artes’ para ‘salvar las apariencias’ a la hora de enfrentarse a sus propias acciones. Es decir, se victimizan para manipular a quienes les rodean.

'Me debes una'

El perfil del desagradecido tiende a concentrarse de forma excesiva en lo que les falta en el día a día, en vez de valorar lo que sí tienen. Conviven, por tanto, con una insatisfacción tan profunda que podría llegar a ser un campo de cultivo tóxico inmejorable para futuras relaciones.

Si todas las veces que hacemos algo por alguien lo ejecutamos para que dicha persona “nos deba una”, no se está practicando ni la generosidad ni la gratitud, sino todo lo contrario: somos egoístas porque buscamos una contraprestación más pronto que tarde.

'Nunca me das las gracias cuando hago cosas por ti'

Está claro que a cualquiera le gusta que le den las gracias, pero no se puede tener la expectativa de que siempre las recibamos por todos y cada uno de los actos de amor que hagamos por los demás. Así pues, hay que entender que por comportamientos tan normales como la honestidad o la generosidad no se debe exigir un “gracias” continuado.

'Siempre me siento infeliz y no sé por qué'

Esta lapidaria frase es, normalmente, propia de quien no practica la gratitud. Un reciente estudio del Doctor Robert A. Emmons de la Universidad de California en Davis y el Dr. Michael E. McCullough de la Universidad de Miami avalan esta realidad desde el otro punto de vista: en sus resultados sostienen que quien suele expresar gratitud es, generalmente, mucho más feliz que quienes no lo hacen.

'¿Por qué solo existo cuando necesitas algo?'

Un estudio de American Psychologist dice que quienes no dan prioridad a la gratitud en sus vidas desarrollan con más facilidad la sensación de tener derecho a todo solamente por existir, por lo que desarrollan la infeliz sensación de creer que todo aquel que le rodea solo quieren aprovecharse de ellos.