Una joven estadounidense se hace monja de clausura en Galicia: el inesperado viaje que lo cambió todo

La estadounidense de origen mexicano dejó atrás su vida en California con amigos, pareja y trabajo estable cuando cruzó el Atlántico para quedarse en un pequeño pueblo de Galicia.

Alicia Alarcón
Alicia Alarcón

Redactora digital de Lecturas

Monja
CANVA

Denise Burciaga, nacida en California (Estados Unidos), jamás se imaginó el giro que daría su vida tras una serie de viajes al extranjero. Comunicadora de profesión, perdió las ganas de dedicarse a aquello por lo que tanto había luchado sin motivo aparente. No fue hasta que viajó a Galicia desde San Diego cuando recuperó sus ganas de vivir la vida como monja de clausura tras encontrar la fe.

Un recorrido de más de nieve mil kilómetros para encontrar su camino

Denise Burciaga tenía claro que quería estudiar una carrera universitaria. De hecho, se licenció en Comunicación en 'San Diego State University' tal y como siempre había imaginado. Aun así, esto no fue suficiente para satisfacer su vida. La realidad es que tuvo problemas para encontrar un trabajo que le gustase. Denise Burciaga era administradora en una clínica dental y esto asegura que le encantaba. Su vida era aparentemente normal. La joven tenía pareja, amigos y un trabajo estable, pero no era suficiente. Al parecer, había algo que su interior que le impedía ser feliz y con solo 25 años se sumergió en una horrible depresión. Su familia creyente pertenecía al Camino Neocatecumenal, un movimiento orientado a la renovación de la fe. Al igual que sus padres, ella siempre fue a misa cuando era pequeña, pero dejó de asistir cuando se sentía vacía.

Un día cualquiera, su familia le propuso que asistiera a la parroquia y, en busca de una vía de escape, aceptó la propuesta. "No me llamaba mucho la atención, yo quería seguir viviendo como yo quería, pero acepté y fui con ellos", señala en el diario '20minutos'. En una de las reuniones a la que asistió al joven, oyó hablar de una serie de viajes que despertaron algo en su interior. Se trataba de la peregrinación que los fieles de la comunidad iban a realizar a Roma como destino. Denise no se lo pensó demasiado y decidió cruzar el Atlántico. "Yo quería viajar, así que aproveché la oportunidad para ir", señala en el citado medio. Fue en la capital italiana donde la joven estadounidense se abrió a sus acompañantes, contó lo que le ocurría y algo cambió en ella. Poco después, comenzó a sentirse mejor. Tras regresar del viaje que marcó su vida, Denise decidió volver a la parroquia y continuar con las reuniones que allí se llevaban a cabo. "Entonces, empecé a sanar, me sentía perdonada por Dios y comencé a recuperar la fe con 26 años", explica en el citado medio.

Aunque todavía no había encontrado lo que la hacía feliz, su vida comenzaba a tener un nuevo rumbo. Poco a poco, la joven dedicaba más tiempo a la religión que hace tantos años había dejado atrás. Cuando cumplió 30 años, una nueva oportunidad apareció en su vida. Los catequistas iban a realizar un viaje a un monasterio de Allariz (Galicia), al que decidió sumarse para empaparse todavía más. Allí, conoció la vida de las monjas de clausura. La joven se vio fascinada por aquellas mujeres que dedicaban su vida íntegramente a la contemplación. "Al principio tenía dudas, pero algo cambió en mí", señala. Aun así, todavía era pronto para quedarse allí o tomar una importante decisión que cambiaría su vida por completo. De regreso en San Diego, ciudad que la vio crecer desde pequeña, volvió a percatarse de ese doloroso sentimiento que tantos años la acompañó. Fue entonces cuando tomó la decisión de volver a Allariz y convertirse en monja de clausura.

La estadounidense encontró la fe en un convento de Galicia

Denise sabía que su vida iba a cambiar por completo. De hecho, asegura que tenía miedo. "No sabía cómo iban a reaccionar mis padres porque somos una familia muy unida", señala en el diario '20minutos'. Finalmente, sus allegados aceptaron la decisión y la recibieron con los brazos abiertos. A partir de ese momento, Denise pasó a llamarse Sor María Jerusalén. Fue el pasado 29 de septiembre cuando acudió a su acto de la toma del hábito. Las clarisas de clausura del Real Monasterio de Santa Clara acogieron a la joven de 32 años con gran entusiasmo ya que la última vez que se produjo el acto fue hace casi dos décadas. La joven asegura que, por fin, es feliz y ha encontrado su camino en la vida a pesar de lo diferente que es a cuando vivía en San Diego. Ahora, la religiosa prepara dulces, reza, estudia piano, español y liturgia. Sin duda, tiene una vida de lo más completa y asegura que está satisfecha.