Mi amiga Maggi me espera reventada, porque habían pasado todas las chicas juntas el día entero en el barco, para abrirme la puerta, ya que era mi compañera de habitación. Nada más llegar me tomo una pastilla para poder dormir y descansar, porque tenía una tensión del viaje... Cuando me despierto llegan el resto de amigas que se quedaban en otra casa y nos vamos a la playa. Darme mi primer baño aquí ha sido maravilloso.
Al principio tenía cierta presión por sí me pillaba la prensa, no os lo voy a ocultar. No dejo de mirar a todos los lados por si veo el objetivo de algún paparazi, pero lo cierto es que no veo tres en un burro. Al cabo de un rato se me quita la angustia y pienso: “Si me sacan, pues que me saquen”. Solo quería disfrutar de este tiempo con mis amigas con las que no pude ir a Ibiza el año pasado por motivos de trabajo. Ver a Marga disfrutar con su velo y su tutú es maravilloso. Ella es una disfrutona de la vida y yo me identifico en muchas cosas con ella.
Terelu Campos y su amiga Belén, montadas en un bugui
Mientras os escribo tengo a mi lado, cambiándose de ropa, a mi amiga Maggi. Esto es lo bueno de estar entre chicas. Podemos estar libres y sin complejos, que es lo más importante. Cada una tenemos nuestra parte más y menos bonita de nuestro cuerpo y de nuestra mente. Me gusta sentir esa normalidad, esa naturalidad, ese respeto y ese cariño entre nosotras. Nada más llegar de la playa me meto en la cocina a freír los filetes empanados de los que os hablé antes.
No os he dicho que en total somos diez amigas con veinte años de amistad a nuestra espalda. Eso sí, cada una de su padre y de su madre. Eso significa que somos un grupo de la hostia. Se me ha olvidado deciros que para ir a la playa he hecho algo inusual en mi vida: ir en moto de paquete. Ya veis en la foto las pintas que llevaba y lo poco motera que soy. Por la tarde, después de echarnos una siesta, nos vamos a la piscina y me acuerdo de que me tengo que lavar la cabeza. Mis amigas Belén y Carolina se ofrecen para peinarme. ¡Esto es una aventura maravillosa! Aunque han sido pocos días, todas esas horas que hemos compartido son por las que merece la pena estar aquí, vivir, pelear y luchar para luego ser feliz. Me queda volver a Madrid y me muero de miedo. Le pido a Dios que no tengamos otro pinchazo. Siempre que salgo en carretera rezo y le pido que nos proteja en el viaje. Esta vez nos ha protegido, pero hemos pinchado. Ojalá que todo lo malo que pase viajando en coche sea eso.