Visto para sentencia. Tres años y medio después de ser detenido y acusado de violencia machista contra la que fue su pareja, Dolores Ruiz Méndez, conocida como Kina Méndez, se ha celebrado en Jerez de la Frontera, Cádiz, el juicio contra Ramón Jiménez Salazar, conocido como Diego ‘El Cigala’. La vista en el Juzgado de lo Penal 3 duró algo más de cinco horas.
El acusado negó los malos tratos y la víctima ratificó un relato aterrador de maltrato psicológico y físico continuado que puso los pelos de punta a los asistentes. Durante la declaración del cantaor, la magistrada tuvo que detener varias veces el interrogatorio advirtiéndole de que dejara de referirse a la abogada de la acusación y a la fiscal con términos como “cariño mío”.
Las palabras del músico no convencieron a la fiscal. La representante del ministerio público ratificó la petición de cinco años de prisión. La fiscal reconoció que la principal evidencia contra el acusado fue el testimonio de la víctima, que calificó de “firme, persistente, sin contradicciones y coherente”. Los hechos juzgados se remontan al 2021 cuando la que era la mujer de ‘El Cigala’ acudió a una comisaría para denunciar al cantaor por maltrato físico y psicológico continuado y vejaciones. El artista fue detenido en un hotel de Madrid y, tras pasar una primera noche en comisaría, el juzgado de guardia le dejó en libertad con cargos al descartarse el riesgo de fuga y una orden de alejamiento de la víctima.
Lo negó todo
En el juicio, el cantante negó los malos tratos y atribuyó la denuncia a los celos. “Nunca le he puesto una mano [encima] a ninguna mujer, en la vida”, aseguró. Pero ‘El Cigala’ fue un paso más allá e insinuó que la denuncia y el juicio formaban parte de un montaje orquestado por su exmujer por razones exclusivamente económicas. El acusado aseguró que la víctima le amenazó con denunciarle y arruinar su carrera si no llegaban a un pacto económico. ‘El Cigala’ declaró que intentó alcanzar un acuerdo pero que en cuanto se rompieron las negociaciones, ella presentó la denuncia. El acusado admitió que mantuvo una relación sentimental con la víctima de seis años durante la que tuvieron dos hijos, menores de edad. Contó que los primeros años fueron “superbonitos” y definió los últimos como “un pequeño infierno”.
Se mostró rotundo al desmentir haber maltratado física o emocionalmente a su exmujer y, a preguntas de la fiscal, negó haberla insultado o amenazado con expresiones despectivas o vejatorias. También negó haberla echado de casa. También aseguró que nunca ha consumido sustancias estupefacientes en su casa delante de los niños. “Podemos mandarnos a la mierda, pero somos personas civilizadas”, aseguró, antes de definirse como alguien “muy educado”. El acusado insistió en que su exmujer era terriblemente celosa y no le gustaba que él tuviera otras compañías. “Me lió más de un pollo”, dijo.
Vivir siempre con miedo
La mujer, que llegó al juicio aterrorizada ante el reencuentro con su exmarido, explicó que vivía con miedo constante, especialmente durante su estancia en Punta Cana, donde el clima de tensión era insoportable. “Estaba deseando venirme a España, fue un infierno”. El cantaor, detalló, la trataba como un “cubo de basura”, acusándola de ser la única responsable de todo lo malo que le suced��a. Dolores narró en la sala cómo los insultos, las amenazas y las vejaciones verbales llegaron a normalizarse en su día a día. El exmarido no podía soportar que ella brillara por sí misma, un sentimiento que la atormentaba y que le obligaba a permanecer en silencio, ocultando su personalidad para no generar conflictos, explicó.
En el juicio se escucharon los relatos de testigos de ambas partes y de dos peritos, María Luisa Vallejo y Patricia Leal, que defendieron en la sala un demoledor informe psicológico de la víctima. Las especialistas aseguraron que la mujer no ha podido rehacer su vida y que tiene “problemas para dormir, baja autoestima, ansiedad generalizada e incapacidad para relacionarse” con otras personas, especialmente “con los hombres”. Sufre “importantes secuelas y un grave daño psicológico” como consecuencia de la violencia machista que presuntamente El Cigala ejerció sobre ella durante más de tres años.
Las dos psicólogas pusieron ejemplos de ese trastorno depresivo: “Tiene pesadillas, se le cierra el estómago y cuando revive lo ocurrido le ocasiona llanto. Evita lugares, personas o situaciones que le recuerden lo ocurrido, manifiesta hipervigilancia, muestra sobresaltos e irritabilidad y bloqueo”.
La expareja de El Cigala presenta “síntomas de tristeza profunda y desesperanza”, “muestra sentimientos de culpa y vergüenza por no haber tomado medidas antes” contra su exmarido y se encuentra en una situación de “alto aislamiento social”. El informe de las psicólogas incluía entrevistas con familiares de la víctima que también declararon en el juicio. “No sale, no tiene amigos, está retraída, decaída, triste, con cambios de carácter, solo está volcada en sus hijos”. Otro familiar afirmó: “Ella ha estado viviendo sola diez años en América, también ha estado sola en Japón por trabajo y no le daba nada miedo, y ahora no es capaz de salir de casa. No come, no descansa, le duele el estómago”.
Lo ocurrido también ha tenido consecuencias en la vida profesional de la mujer, que desde hace años se gana la vida como cantaora flamenca. “La víctima presenta dificultades en su entorno laboral debido a la posición del presunto agresor, quien ostenta un rol de alta popularidad e influencia dentro de la misma profesión. Esta diferencia de estatus profesional y la menor notoriedad de la víctima han contribuido a que su voz sea menos considerada en el ámbito laboral”. La jueza instructora ya determinó en su momento que, además de maltratar a su entonces pareja, El Cigala también la “asfixió económicamente”.
La familia de la mujer explicó a las psicólogas que la han evaluado que durante su relación con el artista, “ella no manejaba dinero, hasta para comprar una caja de leche le tenía que pedir a él”. También que “él la hacía sentirse pequeña, la familia ni entendía por qué la trataba así, a él le resultaba gracioso y para ella era humillante. Tenía miedo de él y se escondía en la habitación”.
Condena anterior
Hace diez años, El Cigala fue condenado por el Juzgado de Instrucción número 12 de Madrid por amenazar a una azafata a pagar durante 20 días una multa a razón de seis eu- ros diarios, con 245 euros por los días que estuvo incapacitada para trabajar, además de 1.200 euros por las secuelas sufridas y 2.520 euros por los gastos médicos. Según los hechos probados, Diego Ramón Jiménez Salazar embarcó el 29 de marzo de 2003 en el aeropuerto de Barajas en un vuelo de Air Europa con destino a Tenerife y, tras situarse en su asiento, se dirigió a la azafata, a la que entregó una bolsa con un traje para que lo guardara. La azafata le contestó que en dicho avión no había armarios y le indicó que podía colocar el traje en el compartimento situado encima de su asiento. “En un tono tremendamente exaltado y agresivo” comenzó a proferir insultos y amenazas contra la azafata como “eres una guarra, tu cara no me gusta nada, te voy a sacar del avión con las piernas por delante, te vas a acordar de mí, me cago en ti y en los de tu raza”.
Lágrimas negras.