La vergüenza debe cambiar de bando”. Lo advirtió con la cabeza bien alta Gisèle Pelicot, la mujer drogada por su marido y violada durante años por más de medio centenar de hombres que desde hace semanas se juzgan en Francia. Su frase a las puertas del tribunal en el que los acusados esconden el rostro se ha convertido en un lema que agita las conciencias de una sociedad incapaz de soltar el lastre del machismo y sus violencias. Y es precisamente a ese otro bando, el de las víctimas que no tienen de qué avergonzarse, al que se ha sumado la actriz Elisa Mouliaá tras denunciar públicamente y en una comisaría de la Policía Nacional al que fuera dirigente de Podemos y de Sumar, Íñigo Errejón, de agresión sexual.
Todo empezó con un mensaje anónimo hecho público por la periodista Cristina Fallarás en el que denunciaba que un “político muy conocido de Madrid” era un “maltratador psicológico” y un “verdadero monstruo”. La periodista no citaba a nadie. No hizo falta. A las pocas horas, todos en su formación ya sabían a quién se estaba refiriendo y ese mismo día le pidieron explicaciones. Errejón admitió su comportamiento machi ta, negó haber cometido ningún delito y aseguró que todas sus relaciones sexuales habían sido consentidas.
El relato de la víctima
Tras difundirse el nombre de Errejón, Mouliaá dio un paso al frente y se identificó públicamente como la víctima del político. Su denuncia en comisaría no tardó en conocerse. La víctima explicó a las agentes cómo en el camino a una fiesta a la que llevó al político, el hombre tuvo “una actitud dominante” y que ya en el ascensor de camino al evento la “agarró (...) fuertemente de la cintura y la comenzó a besar introduciéndole su lengua en el interior de su boca, dejándola sin respiración y de una forma violenta”.
Elisa Mouliaá aseguró que ya en la fiesta Errejón la “introdujo en una habitación de la casa”, que el ya exdirigente de Sumar “cerró con pestillo para impedir que pudiese escapar y comenzó a besar y tocar” a la actriz “por distintas partes de su cuerpo, sobre todo en la zona de los pechos y de los glúteos” al tiempo que “le decía frases lascivas del tipo ‘cómo me pones’” y “le llegó a quitar el sujetador”. En ese momento, relató, la empujó “sobre la cama y el denunciado se sacó su miembro viril, comenzando a lamer la zona de los pechos de la declarante”. Una actitud ante la que Mouliaá “recuerda que se sintió paralizada y que no consintió nada de lo que sucedió, y que fue en ese momento cuando le dijo que ella quería seguir en la fiesta, argumentando que su amigo se había quedado solo”. Unos hechos que ya se investigan en un juzgado de Madrid por un presunto delito de agresión sexual.
Una larga trayectoria
Elisa Mouliaá es una actriz y presentadora madrileña nacida en 1989 que el pasado septiembre se incorporó al equipo de ‘Zapeando’, de La Sexta. Comenzó en el teatro a los ocho años y se formó en el Estudio Internacional Juan Carlos Corazza mientras alternaba con los estudios de Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid. Antes de su llegada al programa presentado por Dani Mateo, la mujer había conducido desde 2015 el espacio de humor de La1 ‘TVEmos’. Lleva casi dos décadas participando en series de televisión. Tras su primera aparición en 2006 en ‘Génesis, en la mente del asesino’, encadenó varios papeles menores en diferentes producciones hasta consolidarse, en 2010, en el elenco de la serie de RTVE ‘Águila Roja’, interpretando al personaje de Irene durante varias temporadas. En cine ha participado en películas como ‘Al final todos mueren’ y ‘Embarazados’, protagonizada por Paco León y Alexandra Jiménez.
La de la actriz es la única denuncia contra Iñigo Errejón que ha llegado a un juzgado, pero no es la única mujer que le señala. Varias han hablado en los últimos días en medios de comunicación, manteniendo el anonimato, y describiendo un mismo patrón de conducta obsesivo, manipulador, dominante, misógino y machista. En una entrevista con elDiario.es, una de ellas relató su relación con el exportavoz de Sumar, basada en el ejercicio de poder y la cosificación que las expertas también califican de violencia machista, aunque diste de los hechos que pueden ser constitutivos de delito narrados por Mouliaá.
Más testimonios
Para esta otra presunta víctima anónima, la relación que mantuvo con Errejón supuso un punto de inflexión en su vida, una experiencia que la hizo sentir mal consigo mis- ma hasta tal punto que luego le costó volver a establecer relaciones de pareja en términos “menos tóxicos”. Con el político todo fue desde el principio un vínculo en el que él pedía y ella accedía, en el que él ordenaba y ella satisfacía esos deseos al instante para evitar el castigo de su silencio o su enfado. Un patrón muy similar al descrito por otra mujer que le conoció en Sevilla años atrás, cuando Errejón todavía no había adquirido la proyección pública. En una entrevista a El Salto, la mujer describió tres citas en las que sin pre- vio consentimiento el político se mostró “violento”.
El caso Errejón, como otros protagonizados por personajes con un perfil público empático y amable, genera una gran perturbación porque rompe con la idea tradicional del monstruo desconocido que nos aborda en mitad de la noche para violarnos. Un patrón que durante demasiado tiempo “ha protegido a innumerables delincuentes con bata, corbata o sotana”, como explica la pensadora feminista Christine Bard. La realidad nos demuestra a diario que quien viola, agrede o acosa no acostumbra a ser un desconocido que te aborda por la calle, sino que mayoritariamente es alguien a quien conoces o con quien compartes tu cotidianeidad y tu zona de confianza. Y es esa banalidad lo que hace que este caso y otros parecidos nos resulte escalofriante porque nos obliga a las mujeres a un estado de alerta permanente incluso en el que se supone que debe ser nuestro espacio seguro.
“Profundamente engañado”
Por el momento, el exlíder de Sumar tras anunciar su retirada de la política ha publicado una carta en la que no hace referencia a las acusaciones, pero en la que deja algunas justificaciones a unos comportamientos que asocia al patriarcado. “He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona”, apunta. “En la primera línea política y mediática se subsi te y se es más eficaz, al menos así ha sido mi caso, con una forma de comportarse que se emancipa a menudo de los cuidados, de la empatía y de las necesidades de los otros. Esto genera una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarca- do multiplica, con compañeros y compañeras de trabajo, con compañeros y compañeras de organización, con relaciones afectivas e incluso con uno mismo”, añade.
Varios de sus compañeros han admitido hasta qué punto el comportamiento de Errejón era conocido y lo mal que se valoraron las denuncias anónimas que llegaron a los dirigentes de la formación. Desde Tania Sánchez, a Mónica García, pasando por Pablo Iglesias, han admitido que escucharon en el pasado hablar del comportamiento de Errejón con las mujeres. Pero el más significativo de los relatos ha sido el de Rita Maestre, portavoz de Más Madrid en el consistorio de la capital y expareja de Errejón durante años. En una carta la política aseguró sentirse “profundamente engañada”. Un escrito con el quiso “contestar” a quienes han especulado sobre el grado de conocimiento que tenía de las conductas de la que era su pareja al que define como un “buen novio que a la vez era un misógino que volvía a casa con normalidad después de agredir a una mujer de 20 años”.
Lapidada en las redes
A ninguna mujer que ha sufrido una agresión sexual puede pedirse o exigirse que hable, o que muestre quién es, por- que romper el silencio todavía supone exponerse a la duda, al dedo que la señala y al ojo que la juzga y que la cuestiona. Que le pregunten a Elisa Mouliaá, lapidada en las re- des tras trascender los detalles de la denuncia; o a Cristi- na Fallarás, a la que cerraron por unas horas la cuenta de Instagram en la que difundió los primeros relatos de las víctimas de Errejón.
Uno de los principales motivos por los que las víctimas de violencia sexual no denuncian es la vergüenza. En España, es el principal motivo que dan casi la mitad de las mujeres encuestadas. De ahí la necesidad de seguir trabajando entre todas para que la vergüenza cambie de bando. Y de ahí el compromiso de este espacio y de esta revista con las víctimas y la difusión de sus relatos.