Buscan a Madeleine McCann en un pantano

Mayka Navarro

Periodista especializada en sucesos y en ‘true crime’

Actualizado a 3 de octubre de 2023, 14:48

Gtres
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Que levante la mano la lectora o el lector que en los últimos 16 años no haya dudado en algún momento de los padres de la pequeña Madeleine McCann. Pocas veces como en esta, una nefasta investigación policial y judicial ha hecho tanto daño a unas víctimas. La niña inglesa desapareció el 3 de mayo de 2007. Tenía tres años y unos ojos azules que forman parte ya de nuestras vidas. Esos días la pequeña estaba con sus dos hermanos y sus padres en un recinto vacacional de Praia da Luz, en el Algarve portugués. Los pequeños se quedaron durmiendo en el apartamento mientras sus padres, con un grupo de amigos, se turnaban para echarles un ojo cada quince minutos. La niña desapareció y, en un sin sentido de consecuencias durísimas, la policía portuguesa sembró la duda sobre la responsabilidad de los padres.

NUEVA BÚSQUEDA

Fue una campaña incomprensible a la que contribuyeron los medios de comunicación británicos más sensacionalistas y que captó la atención mundial porque fue un caso lleno de incógnitas y misterios sobre los que opinar. Estos días el caso McCann vuelve a estar de actualidad después de que la fiscalía alemana haya dirigido una nueva búsqueda de pistas e indicios relacionados con la desaparición de la menor en un embalse a unos cincuenta kilómetros de los apartamentos donde se alojaba la familia. Un rastreo en el que han participado policías portugueses que, básicamente, se han limitado a recibir ordenes y ejecutar lo que les pedía la fiscalía alemana y la policía británica.

LA MALA PERFECTA

Cuando se habla y se escribe del caso Madeleine conviene recordar que en los primeros momentos de la investigación, los padres de la menor, Kate y Gerry, llegaron a ser considerados sospechosos. Especialmente la madre. La visión machista que sigue marcando el guión de demasiadas historias convirtió a aquella mujer de apariencia fría y fuerte en la mala perfecta de la historia a la que atribuir la posibilidad de haber matado a su hija por accidente, deshacerse de su cuerpo arrojándolo al mar y después aparecer en los medios de comunicación agarrada al peluche con el que dormía la pequeña Maddie. Kate se comportó siempre con sobriedad. Prefirió romperse y llorar en la intimidad y lideró la batalla por la búsqueda de la verdad pese a todo y contra todos. Pero la destrozaron. O lo intentaron.

UN DEPREDADOR SEXUAL

Y fue precisamente en esos días terribles cuando la familia McCann decidió contratar los servicios de una agencia de detectives. En ese momento entró en acción la que era sin duda una de las mejores agencias de detectives de Europa, Método 3, dirigida por Francisco Marco. Al detective barcelonés le faltó una primera entrevista con los padres de la pequeña para asegurar, sin ningún género de duda, que aquella pareja era inocente y que lo que estaban sufriendo era una tragedia multiplicada por un odio colectivo incomprensible. Y se puso a trabajar en la que siempre ha dicho que ha sido la investigación “más dura” de su carrera profesional. Marco y su equipo se trasladaron al Algarve, se desplazaron varias veces a Marruecos, trabajaron con fuentes y confidentes, y desde el primer momento relacionaron la desaparición de la niña con un depredador sexual que se la habría llevado aprovechando la situación. Es más, Método 3 firmó un informe advirtiendo de la presencia esos días de una furgoneta blanca que había cruzado de España a Portugal. Un vehículo sospechoso que los detectives ubicaron en el pantano que es escenario de la actual búsqueda.

“YO NO MATÉ A MADDIE”

Los trabajos en el pantano tienen que ver con una información que en 2020 recibió la fiscalía Alemana, que trasladó sus sospechas sobre un preso de 45 años, Christian Brückner. El hombre, en prisión desde entonces y acusado de varios delitos sexuales, vivía en esos días en una autocaravana que estacionaba cerca del complejo turístico en el que veraneaba la familia británica. Y no solo eso, su teléfono móvil fue ubicado cerca de los apartamentos la misma noche de la desaparición, y en algunas de sus conversaciones intervenidas en los últimos tiempos aseguró tener información sobre el paradero de la pequeña británica. Es- tos días, sin embargo, el alemán no ha permanecido callado y ha aprovechado para enviar varias cartas a medios de comunicación en las que defiende su inocencia en todo lo que tiene que ver con Maddie. “El mundo cree que maté a Maddie, no lo hice”, confiesa en las misivas escritas desde la cárcel de Kiel, en el norte de Alemania.

UN HOMBRE OBSESIVO

Una de las cartas fue enviada pocos días antes del inicio de las búsquedas en el embalse. En ella reafirma su desvinculación con el caso y alega que estuvo en Praia da Luz en 2006 y no en 2007, cuando ocurrieron los hechos que se investigan. E insiste que, a día de hoy, no hay ninguna prueba científica que le relacione con la menor. “Dejé la propiedad en mayo de 2006 y nunca volví”, detalla el sospechoso, que en las cuatro páginas de la carta detalla sus movimientos por Europa, asegurando que durante su estancia en Portugal realizó pocos contactos y que, por tanto,“poco más puedo añadir”. De hecho, el hombre se permite la licencia de desear “suerte a los investigadores”. Al final de la carta, el hombre dibuja una margarita que pierde los pétalos que llevan escritos las palabras ‘no culpable’ y ‘culpable’. También pinta un pasillo oscuro de la cárcel en la que se encuentra ingresado y describe la “tortura” que significa estar preso con reclusos que lo consideran un asesino de niños. Los grafólogos que han examinado sus cartas aseguran que el estilo de Brückner, a lápiz y con tramos pulcros, muestran a un tipo obsesivo y con la realidad distorsionada.

VARIAS PISTAS CLAVE

Mucho se ha especulado durante estos días sobre las pistas que tiene ahora la fiscalía alemana para abrir una nueva búsqueda en una zona tan concreta de terreno, cerca del embalse de Arade. Se dijo que los investigadores habían encontrado fotos y vídeos de Christian Brückner, entre los más de 8.000 archivos de los que se incautaron en el registro en 2016 de una fábrica abandonada, mientras buscaban a Inga Gehricke, una niña de 5 años que desapareció cuando estaba de excursión con sus padres a 80 kilómetros de la propiedad del pedófilo alemán. Otra opción estaba relacionada con información que habría facilitado un confidente de la policía, relacionado con el sospechoso, al que le habría confesado su responsabilidad con la desaparición de la niña. Pero estos días los medios británicos han detallado una tercera opción muy interesante. Ralf y Ann, nombres simulados, son una pareja de jubilados británicos que tienen una casa en una localidad cercana al embalse de Arade. Allí estaban en diciembre del 2007, siete meses después de la desaparición de la niña. En uno de sus paseos al embalse se tropezaron con una especie de santuario dedicado a Madeleine McCann. Alguien había apilado piedras de varios tamaños rodeando una fotografía de la niña. La pareja no dudó en la relevancia del hallazgo. Fotografiaron la escena y facilitaron la documentación a la policía portuguesa, que nunca les llamó ni para declarar.

UN MACABRO SANTUARIO

El santuario tenía varias rocas que formaban una flecha que apuntaba hacia un lugar en el que se celebraban fiestas hippies y que fue precisamente la inspeccionada estos días. El conjunto terminaba en una gran piedra sobre la que había un ramo de flores y una fotografía de Madeleine. Cuando en 2020 la policía alemana identificó a Christian Brückner, Ralf y Ann se pusieron en contacto con los investigadores ante la llamada de colaboración ciudadana para cualquier persona que hubiera estado en el Algarve aquellos años y recordara algo relacionado con el caso. La pareja no dudó ni un momento en telefonear y contar aquel hallazgo que recordaban con nitidez.

En su declaración, Ralf, de 66 años, explicó haber visto una hilera de piedras que se adentraban en el agua y como en la última había colocado un ramo de lirios blancos frescos. Junto a las flores había una fotografía de Madeleine. Ann, de 67 años, aseguró que pese a los años transcurridos “recordarlo me pone la piel de gallina porque cuando vimos dónde estaba buscando la policía estos días, era precisamente el lugar al que apuntaba la hilera de piedras”. Y añadió: “Estamos seguros de que alguien arrojó a Madeleine al agua y luego regresó para hacer un santuario en su memoria”.

Más de doscientos policías, con buzos, perros adiestrados, drones, han trabajado con sigilo y muchísima discreción en el pantano. Solo ha trascendido y de manera oficial que ya se encuentran en Alemania unas cuantas pruebas recogidas en el escenario, pendientes de saber si están o no relacionadas con la pequeña. Sus padres, sus hermanos y su familia, como todos aquellos como Francisco Marco que siempre defendieron su inocencia merecen que lleguen pronto las respuestas.

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