Seguro que recuerdan y con dolor a las gemelas de doce años de Sallent, Leia y Alana. La segunda había decidido iniciar el tránsito para ser identificada como Iván. El pasado 21 de febrero saltaron al vacío desde el balcón de su casa. Alana falleció en el acto y Leia se recupera envuelta de amor de las lesiones internas y externas en el hospital Parc Taulí de Sabadell, donde todavía permanece ingresada. Poco a poco, Alana aprende de nuevo a vivir sin su hermana.
La tragedia se repite
La tragedia de Sallent puso en el foco el suicidio en menores y los graves problemas de salud mental que padecen muchos adolescentes y que se agravaron tras la pandemia. Se escribió mucho aquellos días sobre los efectos demoledores de un bullying que las gemelas padecieron desde el momento en el que prácticamente aterrizaron en la pequeña población catalana, procedentes de Argentina. De poco o nada sirvieron todos aquellos debates y toques de atención sobre el fracaso colectivo de una sociedad que asiste al suicidio de dos menores. Pero tristemente, ha vuelto a pasar. Tres meses después, el mismo titular con otro escenario: Oviedo. Dos gemelas, también de doce años, Anastasia y Alexandra, murieron tras arrojarse del sexto piso del edificio en el que residían, en el barrio de La Ería.
Murieron en el acto
Como en Sallent, la acera de la portería de la casa familiar en la calle Facetos se fue llenando de flores, velas, peluches y carteles de solidaridad y cariño hacía las víctimas. También un libro, ‘Magia de una noche de verano’, una novela de género fantástico de la escritora de literatura juvenil Maite Carranza. Esta vez ninguna de las dos niñas superó las heridas de la caída. El viernes por la mañana, las hermanas salieron de casa con aparente normalidad. Nada de lo que hicieron la noche anterior ni durante el desayuno despertó las sospechas de su padre, que se encontraba con ellas y un hermano de diez años en la casa. Al cerrar la puerta para dirigirse al colegio, en lugar de bajar las escaleras, subieron hasta el sexto piso. Dejaron sus mochilas en el rellano, bien colocadas, recostadas sobre la pared. Abrieron la ventana del patio interior. Y saltaron al vacío. Duele imaginarlo.
No dejaron una nota
La Policía Nacional está al frente de una investigación judicial que tratará de encontrar respuestas a unos hechos inexplicables. Ningún argumento es capaz de acompañar el titular de unas niñas que deciden terminar con unas vidas que no han hecho más que empezar. A diferencia de Sallent, en esta ocasión no dejaron ningún texto en el que confiaran a sus allegados lo que iban a hacer o pistas de por qué no podían con su vida. Tampoco encontraron los policías en el escenario ningún elemento que hiciera sospechar de la participación de terceras personas en la decisión.
Una idea recurrente
Anastasia y Alexandra no dejaron ninguna nota, pero sí múltiples referencias a la idea del suicidio anotadas en sus libretas de clase. Reflexiones que realizaban además con frecuencia en voz alta, en el patio, con sus amigas. Se trataba de una idea recurrente de la que hablaban con especial naturalidad. Es posible que nadie las creyera capaces de hacerlo. En cualquier caso, se tratan de anotaciones, frases y dibujos que analizan con detenimiento los investigadores que han empezado a citar en comisaría a los familiares, amigas y compañeras del colegio para tratar de encontrar el punto de inicio de ese bucle destructivo del que no lograron deshacerse.
Buenas estudiantes
Los pocos compañeros de clase que han hablado con periodistas estos últimos días aseguraban que las dos hermanas, nacidas en Rusia, estaban completamente integradas en la escuela. No consta, o por lo menos no ha trascendido, ningún episodio de acoso, ni dentro ni fuera del colegio, que estuvieran padeciendo. Dos buenas estudiantes, disciplinadas, trabajadoras, con buenas notas y amigas, pero que curiosamente habían comunicado hacía pocos días a su tutora que no asistirían al viaje de fin de curso de cuatro días a Madrid que habían preparado. De hecho, las hermanas habían participado como el resto de sus compañeros vendiendo papeletas de un sorteo para sufragar parte de los gastos. Un viaje que el resto de la clase realizará finalmente después de que la dirección de la escuela decidiera con los padres que mantener la escapada era la mejor manera de alejar a los compañeros del epicentro de la tragedia.
Cada vez más suicidios
En 2021, el suicidio fue la causa de la muerte de 22 niños de entre diez a catorce años. Una cifra que crece año tras año, especialmente desde la pandemia cuando los expertos salieron a dar la voz de alarma. El confinamiento, el encierro forzado y el aislamiento dispararon el malestar emocional y los problemas de salud mental en los jóvenes. Los psiquiatras y psicólogos piden que se pierda el miedo a hablar de suicidio con los jóvenes que lo necesiten. Y alertan de un efecto imitación preocupante en estas franjas de edad.
Como dos gotas de agua
Anastasia y Alexandra fueron despedidas el fin de semana en la más estricta intimidad, en una ceremonia en la que sus padres, Igor y Olga, apenas pudieron levantar la cabeza del regazo. Rotos por el dolor, siguen sin comprender lo que pudo pasar y se culpan de no haber sido capaces de darse cuenta del sufrimiento que padecían sus hijas. La ceremonia se celebró por el rito ortodoxo, y para ello se desplazó a Oviedo el padre Andréy Kórdochkin, deán de la catedral Santa María Magdalena de Madrid. Las dos hermanas eran idénticas. Como dos gotas de agua. Era costumbre que la madre les colocará lazos de distintos colores para ayudar a los profesores a distinguir una de la otra. ¿Qué hacer ante estos casos? Los especialistas lo tienen claro. No hay que perder de vista las señales que ofrecen los adolescentes, especialmente si hay cambios bruscos en el carácter, como sentimientos de tristeza, depresión o una mayor agresividad repentina. Estar atentos si de repente el joven se aísla o verbaliza que la vida no tiene sentido. No minimizar si verbalizan situaciones que les superan o bloquean, o cuando aseguran que se sienten una carga para los demás. En ese momento están sufriendo. Por eso hay que perder el miedo a hablar del suicidio con ellos y preguntarles directamente sobre esos pensamientos. Jamás responder con un “no digas esas tonterías”. No son tonterías. Hay que estar atento, escuchar y buscar ayuda para encontrar un remedio. Ninguna familia está preparada para esto.
TELÉFONOS DE AYUDA
Línea de atención a la conducta suicida 024
Teléfonos de emergencia 112 i 061
Teléfono de la esperanza 717 003 717
Fundación ANAR (dirigida a menores y
adolescentes) 900 20 20 10