Meghan, como Letizia, de la televisión al palacio

Actualizado a 29 de noviembre de 2017, 12:06

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El rey Felipe y el príncipe Enrique de Inglaterra tienen muchas cosas en común, entre otras el ser descendientes de la reina Victoria pero ahora, además, comparten el haber conocido a sus respectivas parejas después de haberlas visto en la televisión. El Rey se quedaba encandilado por las noches viendo como Letizia Ortiz presentaba el Telediario y al príncipe Enrique le encantaba la abogada Rachel Zane a la que Meghan Markle daba vida en la serie “Suits”. Cuando las conocieron en persona, pasaron de ser fans a auténticos y rendidos enamorados. Ellas tienen en común un matrimonio fracasado que no les dejó hijos pero sí la posibilidad de adoptar la actitud de novias de primera convocatoria.

Enrique, aquel niño pelirrojo y triste al que compadeció medio mundo al verlo seguir el féretro de su madre, en el verano de 1997, es veinte años después un hombre feliz que, como dijo en su primera entrevista junto a su prometida, supo enseguida que no iba a haber otra mujer en su vida. Meghan, como le pasó a Letizia, encontraron su príncipe azul y ambas, una hace ya 14 años y la otra desde hace algunos meses, dejaron sus prometedoras carreras para seguir el destino marcado de sus respectivos enamorados.

Meghan se ha convertido en la nueva estrella de la familia real británica, pero no es la primera actriz que se casa con un príncipe. Antes que ella lo hicieron Rita Hayworth con Ali Khan y Grace Kelly con Rainiero de Mónaco, ni tampoco la primera que protagoniza un matrimonio interracial: la asiática Alejandra Manley se casó con el príncipe Joaquin de Dinamarca y la panameña afroamericana Angela Brown, con el príncipe Maximiliano de Liechtenstein. Las puertas de la realeza se abrieron hace ya algunos años a las personas ajenas a las familias reales, un signo de modernidad y renovación que, salvo contadas ocasiones, ha sido una apuesta ganadora. Lo importante ahora no es la sangre azul sino saber adaptarse al medio y aportar a la realeza un aire fresco y, lo más importante, el bagaje de haber tenido que ganarse la vida. Los reyes y príncipes del siglo XXI han optado por mujeres profesionales -y hombres, en el caso de Victoria de Suecia —, para acompañarles en su cometido. Es verdad que en la sociedad de la fama y las celebridades no todas las personas, principalmente mujeres, a las que la vida les puso un príncipe en su camino, corren el peligro de ejercer más como estrellas que como miembros de la realeza. Se les juzga más por la forma que por el fondo y, de alguna manera, se desdibujan sus funciones, pero también es cierto que con estas nuevas adquisiciones, las anquilosadas casas reales han obtenido un plus de popularidad y cercanía.

Meghan no será reina, pero, de momento, su entrada en palacio ha sido a los sones de las trompetas y con guardia de honor. Por más fama que hubiera llegado a adquirir como actriz, nunca hubiera llegado a ser una estrella global como lo está siendo estos días. Su papel será el de una secundaria, siempre tendrá que ir por detrás de su cuñada Catalina, a quien le espera el título de reina pero, con toda seguridad, ese segundo plano será mucho más cómodo y fácil. La nueva princesa Meghan no tendrá la presión a la que estará sometida Catalina y aunque le esperan retos y obligaciones, su vida será más fácil. Enrique y ella hacen muy buena pareja y como las bodas nos encantan, el mundo les agradece que, por unos días, se hable de felicidad y no de penas.

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