La lotería siempre toca si eres el portador de uno de los 100.000 números que ruedan por el bombo que al salir, además, coincide con el del premio ganador. Posibilidades pocas a diferencia de lo que puede pasarte en la vida si te toca otro tipo de lotería: la de estar en el lugar apropiado en el momento justo y aprovechar la ocasión. Así de entrada, podría decirse que a algunas de las reinas y princesas actuales les tocó la lotería cuando ante ellas se cruzó el príncipe de sus sueños. Porque lotería es que Letizia Ortiz fuera invitada a una cena a la que acudió don Felipe, como lo fue que Máxima Zorreguieta estuviera en la misma fiesta de la Feria de Abril a la que acudió Guillermo de Holanda o que Mary Donaldson entrara en el bar de Sidney en el que se encontraba el príncipe Federico de Dinamarca.
Vale, cualquiera de las tres supo aprovechar la ocasión pero no me digan que no jugó el factor suerte pues ninguna de las tres, ni en sus mejores sueños, pudo imaginar que su vida daría tamaño vuelco tras un encuentro casual. También habrá quien piense que la verdadera suerte es encontrar el amor pero que, además, te convierta primero en princesa y a su tiempo en reina, ya es la leche. Es como lo de los braguetazos, una palabra feísima para describir aquellos matrimonios basados en el interés por el que una persona de nivel más bajo consigue emparejarse con otra de mayor nivel adquisitivo. Si para tener una cuenta corriente saneada te ves obligada a pernoctar con sapo, quizá no valga la pena pero si, además, el sujeto no solo no es un sapo, sino que te ama, le amas y, encima esta forrado, pues mejor.
A lo que íbamos, siempre que llega el día de la lotería nacional pienso que es mejor que te toque dinero que te toque aguantar a alguien solo porque tiene dinero o posición. Pero no está nada bien envidiar la suerte de algunas damas que, en apariencia, gozan de estatus y también amor, porque igual algo falla,
Mar Flores, por ejemplo, la pobre después de pasar por algunas relaciones complicadas acabó con Javier Merino, un rico empresario que la debe tratar como a una reina pero que, no sé, siempre tiene cara como de cabreado y ella, muy guapa y muy elegante, pero parece como si estuviera harta de su torre de cristal. Lo lleva mejor, Nuria González, casada con Fernando Fernández-Tapias, el novio que Mar Flores perdió cuando se descubrió que le engañaba con Alessandro Lecquio. Nuria, que trabajaba en un programa de televisión y era amiga de Terelu, acabó casada con Tapias y dueña y señora de una casa con mayordomo y todo. Un verano, cuando Tapias hacía ostentación de traer en avión marisco desde Galicia para servirlo en su yate mientras navegaba por Mallorca, Nuria invitó a su amiga Terelu y a María Teresa Campos a pasar el día a bordo del yate que se llamaba, para mas inri 'Nufer' (de Nuria y Fernando), y para mí que fue entonces cuando Terelu entró en crisis, mirando todo lo que tenía a mano su amiga Nuria que, a diferencia de ella, había acertado en el número de la lotería.