El jueves quedo a almorzar con Mila para despedirme. También se apuntan David y Raúl. Los chicos llegan un poco cansados porque se acostaron tarde. El miércoles por la noche los compañeros de Sálvame le prepararon una fiesta sorpresa a Mila y han acabado durmiendo menos de lo que debieran. Mila también llega tocada, pero emocionalmente. Aparece con la cara ligeramente descompuesta, con los ojos muy chiquititos. Se pasó toda la noche llorando, sobrepasada por las muestras de cariño recibidas.
La encuentro mucho más animada que a principios de semana. La espera la está machacando. El no saber, el imaginar, el pensar si se ha equivocado, la responsabilidad de estar a la altura, de no venirse abajo, de dar juego. Sabe que es una de las máximas atracciones de esta edición y eso a veces la motiva pero otras la aplasta. Durante el almuerzo tenemos tiempo para pasar de un estado emocional a otro en cuestión de segundos: desde la nostalgia a la alegría pasando por la euforia y llegando a la emoción convertida en lágrima. Mila es muy de decir de “Te quiero”, sobre todo cuando se despide por teléfono. Yo no. A mí me cuesta una barbaridad y cuando pronuncio la dichosa frase lo hago en medio de unas risas, restándole importancia. No creo que le dijera “Te quiero” cuando me despedí. O sí, no lo recuerdo. Lo que sí hice fue darle varios abrazos muy fuertes que la dejaron descolocada. “Desde que te conozco no me habías hecho algo jamas así", exclama ante un sorprendidísimo Raúl. Que no muestre mis sentimientos no quiere decir que no los tenga. Hoy, mañana de sábado, la llamo para despedirme del todo. Son las doce del mediodía: “A las dos me vienen a buscar, no sé nada más. Tampoco me han dicho cómo llegaremos hasta allí, han hecho dos grupos y no sé con quién me toca viajar. Lo único que quiero es tirarme ya del helicóptero, porque es lo que más me inquieta”. Trato de reconfortarla pero no sé si lo consigo. Qué ganas de verla ya allí y de que sea capaz de disfrutar la experiencia. Comienza Supervivientes 2016. Que gane el mejor. Y ojalá que la mejor sea Mila.