Las parejas de Lydia Lozano: Famosos (vivos y muertos), Charly y un amor malogrado

“Yo soy un tsunami y Charly es cuando llegas a la orilla”. La descripción más perfecta del amor calmado la ofrece Lydia Lozano (62 años), quien tras 38 años al lado de su marido, puede afirmar con rotundidad que él tenía que ser el hombre de su vida. Aunque antes del arquitecto, hubo otros. Y muy importantes también. 

En las historias de amor de Lydia Lozano se entremezclan pasión, trabajo y velocidad. Le dice a Pilar Vidal, en su podcast, que ella solo necesita una cosa para una relación prospere: libertad. Si el otro se la da, ya tiene mucho ganado. A la periodista no le gusta sentir ataduras de ningún tipo ni tener que ir dando explicaciones. Por eso funciona tan bien con Charly, con quien se ‘recasó’ en 2015. 

“Yo quiero hacer lo que me dé la gana sin hacer daño a nadie. Porque libertad no significa poner los cuernos. A Charly no se los he puesto nunca. Libertad es que yo pueda salir contigo una noche (le dice a Pilar Vidal) y que él no me esté llamando. Él me manda un mensaje y me dice que se va a la cama y que espera que me lo esté pasando bien”, le cuenta a su amiga, que se estrena con ella en ‘Drama Queen’, su nuevo podcast. 

La pareja aplica este mismo amor si atosigamientos al trabajo del otro. “Él siempre me ha admirado, nunca se ha sentido abochornado. Es verdad que cuando me ha visto llorando me ha dicho, ‘basta ya, ¡da un golpe en la mesa!’. A veces me preguntaba que no le parecía que estaba haciendo el ridículo, pero yo le decía, pero si a mí me ha encantado y entonces él me respondía, ‘bueno, si a ti gusta…’”. Siempre se han respetado y siempre se han animado el uno al otro a aceptar toda clase de propuestas, como el desembarco de Lydia Lozano en ‘Netflix’. 

Juan Carlos, el novio del que Lydia Lozano no quiso hablar

Pero antes de Charly, Lydia Lozano, magnética y con una buena energía que se contagia, había tenido otros grandes amores. Y quizás, de todos ellos, el más importante fue aquel del que no habló con Pilar Vidal. Él era Juan Carlos Pérez, el hombre que creyó en ella como periodista rosa.

Su romance se inició en el trabajo, él como fotógrafo y ella como periodista. Eran un tándem perfecto. Sus reportajes cotizaban al alza y, aprovechando el buen momento que atravesaban, se compraron un coche. El mismo vehículo que partiría, para siempre, sus vidas: un conductor borracho se les cruzó en la carretera y provocó que cayeran por un barranco.

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Juan Carlos salió disparado y Lydia acabó con “la cara en el motor” y secuelas que le duran hasta hoy. “Se me partió la espalda, se me quemó la cara, el brazo lo tengo más corto, estuve escayolada 9 meses con el brazo por dentro. Dormía apoyada en la biblioteca de casa para que la costra de la cara se cayese. No tengo cirugía ni nada, mi madre me daba todas las noches vaselina”, narraría la de La Palma a Bertín Osborne. Recuperarse del accidente fue casi un milagro, pero hacerlo de la muerte de su novio fue aún más difícil. 

Los novios famosos de Lydia Lozano

Antes de que acabase su entrevista, Pilar Vidal quiso adentrarse aún más en los amores de Lydia Lozano, ¿había tenido alguna pareja o escarceo con alguien famoso? La respuesta sorprendió. 

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“Tuve algo con dos famosos. Con uno fueron tres meses intensos y con el otro solo nos veíamos en los veranos. Esos líos son geniales”, le explicó a Pilar Vidal, que quería saber por qué no continuaban con el romance a lo largo del invierno. “Él no venía a Madrid”, así que su historia se quedaba en suspenso hasta el año siguiente. Su compañera en ‘Sálvame’ quiso ir más allá y, ya que no le iba a confesar sus nombres, al menos saber si habían fallecido o seguían vivos. “Uno murió. Ese era la pera…”, “¿En la cama?”, Le preguntaba con interés su interlocutora, que no esperaba una contestación semejante, “en todos los sitios”. 

Lydia Lozano se ha descubierto como una mujer tremendamente pasional que, algunos años atrás, era capaz de cometer auténticas locuras por amor, o por la idea del amor. "Un día iba con una amiga, y le dije que me iba con un chico que iba en moto. Me monté en ella y el tío se quedó flipado. Entonces le dije que debíamos irnos a por una cerveza". Con el chico de la moto nunca pasó nada, "no era mi tipo", pero demostró que ella solo hacía lo que su corazón le dictaba. Una máxima que continúa manteniendo.