La historia de la familia real griega está vinculada a tiempos de revuelo social y político. Cuando apenas tenía dos años y medio, la reina Sofía (84 años) y toda su familia se vieron obligados a abandonar Grecia y huir. Primero a Alejandría y, más tarde, a Ciudad del Cabo. Allí, fueron de casa en casa (más de 20 mudanzas) intentando encontrar un hogar en ese exilio. De hecho, fue durante esa itinerancia que nació Irene de Grecia (81 años).
Estos desplazamientos constantes hicieron que los tres hermanos se unieran, junto con sus padres, creando un vínculo irrompible que se ha mantenido intacto durante todos estos años. Sofía, Constantino e Irene eran un núcleo, una entidad única, porque ellos eran lo único fijo en un entorno que no paraba de cambiar. Después de su itinerancia, volvieron a Grecia y se instalaron en el Palacio Tatoi, la residencia privada de la familia real griega. Es allí donde los tres hermanos crecieron y vivieron, por fin, una juventud calmada y feliz.
Es este pasado tan complicado lo que hizo que Sofía, Irene y Constantino estuvieran tan unidos durante toda su vida. A pesar de que cada uno formó una familia y tuvo que hacer frente a distintas situaciones, ellos tres siempre eran el refugio al que volvían. El abrazo más necesario cuando la realidad se enturbiaba. Sin embargo, este año el hilo que los unía ha empezado a romperse. No por un desencuentro, enfado o polémica, sino porque la vida se ha interpuesto.
Constantino de Grecia y la reina Sofía, los mayores confidentes
El pasado 10 de enero de 2023, Constantino de Grecia fallecía a los 82 años en el hospital Hygeia de Atenas debido a las complicaciones derivadas del derrame cerebral que sufrió unos días antes. El hermano de la reina no pudo superar las secuelas que ese bache de salud dejo en él y dejaba atrás a su familia. Su pérdida sumía en una profunda tristeza a su mujer, Ana María de Dinamarca, y sus cinco hijos. A ellos, se suma el terrible dolor de la madre de Felipe VI (55 años). Y es que la reina Sofía y Constantino eran los mayores confidentes, los mejores amigos. Su confianza no se había mermado ni un poco a pesar de todas las polémicas familiares.
La abuela de la princesa Leonor (17 años) siempre estuvo pendiente de su hermano. Llamadas telefónicas y viajes a Grecia para estar con él, sobre todo en los últimos años de su vida, marcaron su relación cuando ambos ya habían formado sus propias familias. De hecho, en cuanto la reina supo que su hermano había sufrido un derrame cerebral no dudo en volar hasta su tierra natal para estar a su lado. Las interacciones entre ellos siempre estuvieron cargadas de complicidad y humor, a las que se unía la pequeña Irene. Es por eso que la muerte de su hermano a principios de este año fue un duro golpe para las hermanas. Una pieza clave de su vínculo se había marchado. El engranaje empezaba a desajustarse.
Irene de Grecia, el refugio y sombra de la reina Sofía
Hace varias semanas, la revista Lecturas revelaba en exclusiva que Irene de Grecia, la hermana pequeña de la reina Sofía, estaba aquejada del llamado 'mal de olvido'. A Irene "se le están borrando los recuerdos", recogió nuestra revista. Pero, ¿a qué se debe este estado? Al parecer, lo que ha provocado que se desdibujen los recuerdos es todo aquello que vivió en su infancia y en su juventud. Su perdida de memoria no solo afectaría a esos momentos más lejanos, sino que los rostros de sus seres queridos empezarían a ser confusos y poco claros.
Un hecho tristísimo y doloroso que debe haber hecho más difícil, si aún es posible, este año para la monarca española. Y es que Irene siempre fue la gran protegida de sus hermanos mayores. Nació durante su exilio, siendo la benjamina de la familia, pero nunca estuvo sola en sus constantes viajes. Sofía y Constantino estaban ahí para acompañarla, guiarla y protegerla. Una relación que se mantuvo hasta su madurez e, incluso, se consolidó.
Su apoyo incondicional fue patente cuando la reina Federica de Grecia falleció. Irene de Grecia, desolada por la muerte de su madre, decidió trasladarse a Zarzuela con su hermana mayor, que la recibió con los brazos abiertos. Allí se convirtió en una más, siendo la sombra de la reina Sofía y, a la vez, su refugio. Aquel lugar donde la monarca podía ser ella misma. No una reina, no una madre. Solo Sofía. Fue así como se convirtieron en un pack indivisible. Si una se movía, la otra la seguía. Si una necesitaba parar, la otra esperaba paciente antes de seguir avanzando juntas. Sus rutinas han estado unidas desde la mencionada mudanza. Cenan juntas cada noche, comparten su día a día y viven en la misma planta de palacio.
A medida que avanzan los años y a pesar de las complicaciones, su vínculo no ha dejado de fortalecerse. Lo vemos en como la reina Sofía ha demostrado cuidar y preocuparse por su hermana pequeña en cada momento. Un claro ejemplo es como la ha incluido en su agenda de compromisos, dejando claro que ella es su fiel compañera.
Los gestos de la reina Letizia con Irene de Grecia: ¿un vínculo con la reina Sofía?
En el estado en que se encuentra Irene de Grecia cualquier gesto de cuidado y amabilidad no solo es bienvenido, sino atesorado y agradecido. Es por eso que la relación entre la reina Letizia (51 años) y la tía de su marido podría convertirse en ese vínculo de unión entre Sofía y su nuera, que llevan años cargando con una tensión palpable. Uno de los gestos fue durante una de las cenas que la Familia Real tiene costumbre de celebrar durante sus vacaciones en Mallorca. Llamó la atención como la reina no soltaba la mano de Irene, mientras sus hijas hablaban con su abuela.
Letizia Ortiz se mostraba especialmente atenta por la hermana de su suegra, con la que hablaba tranquilamente, amoldando su paso al ritmo de la mujer y sosteniendo su mano con firmeza y, a la vez, una delicadeza extrema. Este cariño y cuidado hacia su hermana pequeña podría ser el vínculo que doña Sofía y Letizia podrían haber utilizado para acercar posturas.