Cuando todo parecía en calma en la vida del rey Juan Carlos, ha sido él mismo quien ha removido el avispero con su insólita demanda a Miguel Ángel Revilla por difamaciones. Pero parece que no será la única. Tal y como ha publicado la revista Lecturas, el padre de Felipe VI también estaría preparando una querella contra Corinna Larsen. Según Pilar Eyre, al emérito "le aterroriza pasar a la historia como un corrupto", de ahí que haya tomado la determinación de llevar el caso al juzgado.
En Lecturas hemos aprovechado para abordar este tema desde el punto de vista de un profesional. Pau Sabaté, experto en imagen y marca personal, es contundente a la hora de manifestar que "el choque entre Miguel Ángel Revilla y el rey emérito Juan Carlos ha convertido al expresidente cántabro en el improbable héroe de esta historia".
Sabaté destaca que mientras que el rey emérito demanda al político por injurias, "la gente común se ha alineado con Revilla". ¿Por qué un político de toda la vida genera esta simpatía al enfrentarse a un rey? ¿Qué hay detrás de este fenómeno?
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Sabaté destaca que la naturalidad de Revilla es una pieza clave para que gran parte de la sociedad se haya puesto de su lado en esta guerra judicial en la que el político no piensa dar un paso atrás. "Su manera de expresarse, sin artificios ni discursos medidos, refleja el lenguaje cotidiano de la gente. Cuando se refirió al rey emérito como "evasor fiscal" y "apátrida", no lo hizo desde un guión preparado, sino articulando lo que muchos piensan pero pocos dicen abiertamente", explica el experto.
"Esta franqueza, a veces rozando lo políticamente incorrecto, genera una identificación inmediata con el público. En una era marcada por la desconfianza hacia los líderes, la autenticidad de Revilla se erige como un valor en alza. No se trata tanto de compartir todas sus opiniones, sino de apreciar que alguien hable sin filtros", asegura el experto en imagen.
Las constantes apariciones públicas de Revilla en radio y televisión, su humor autocrítico y su falta de solemnidad "construyen la imagen de un político accesible, que no se coloca por encima del ciudadano común. En una época que demanda transparencia y cercanía, la solemnidad institucional ya no garantiza por sí sola el respeto público".
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El arma de doble filo del rey Juan Carlos
Aunque el objetivo principal de don Juan Carlos es intentar salvaguardar su imagen, esta decisión tan controvertida de llevar a un ciudadano de a pie a los tribunales puede tener la vertiente contraria. "Frente a esta transparencia, la figura de Juan Carlos I se presenta como su antítesis. Su silencio tras los escándalos financieros, su exilio en Abu Dabi y su regreso discreto han alimentado la imagen de quien evade responsabilidades. La decisión de demandar a Revilla por injurias ha resultado contraproducente: lejos de restaurar su honor, ha reavivado viejas polémicas", explica Pau Sabaté.
Es evidente que la ciudadanía no entiende cómo alguien que no ha aclarado sus asuntos fiscales puede exigir cuentas a quien simplemente verbaliza un malestar extendido. "Revilla supo encapsular a la perfección este sentir con su pregunta: "¿Por qué a mí sí y a otros no?". Una frase que sintetiza la percepción de desigualdad ante la ley que muchos ciudadanos denuncian", asegura el experto.
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Sabaté subraya que la demanda que el rey Juan Carlos estaría preparando en contra de Corinna Larsen, refuerza el patrón: "El emérito insiste en usar los tribunales para silenciar críticas en lugar de responder con transparencia". Pero, la realidad es muy diferente: "Cada demanda, lejos de restaurar su imagen, reabre heridas y alimenta la percepción de desigualdad ante la ley".
"Mientras Revilla encarna la voz sin filtros que aplaude la calle, el rey emérito sigue atrapado en una estrategia que solo amplifica su crisis de credibilidad. La batalla legal puede ganarse en un juzgado, pero la batalla pública la está perdiendo. Y en una era donde la reputación tiene tanto peso, eso es lo único que cuenta", sentencia el experto en imagen y marca personal.
Sea como fuere, lo cierto es que este pulso va más allá de sus protagonistas. Para Sabaté se trata del choque entre dos modelos de autoridad: "el tradicional, jerárquico y distante, frente al moderno, basado en la conexión directa y la autenticidad". Miguel Ángel Revilla encarnaría este último, y su ventaja en la opinión pública señala un cambio relevante. "La credibilidad ya no se hereda ni se impone; se construye con coherencia y empatía. Las instituciones que no asuman esta transformación verán erosionada su legitimidad. La ciudadanía prefiere líderes que hablen claro antes que figuras inalcanzables. Esta es la lección que deja este enfrentamiento histórico".
Y sentencia: "El caso Revilla-Juan Carlos I no es solo un conflicto personal. Es el espejo de una sociedad que reclama otra forma de ejercer el poder. Y por ahora, el veredicto popular es claro".