Aunque es una de las más pequeñas, la Casa Real de Mónaco se ha ganado a pulso un lugar en el panorama royal. El matrimonio del príncipe Rainiero y la actriz Grace Kelly causó un gran revuelo en su momento, situando a los Grimaldi en el foco mediático a unos niveles que no conocían. Como era lógico, sus tres hijos heredaron la fama que habían generado sus progenitores. A medida que crecían, los tres han protagonizado momentos muy llamativos, pero fue Estefanía de Mónaco la que se ganó el apodo de 'princesa rebelde'.
Nacida el 1 de febrero de 1965 bajo el título de Alteza Serenísima y condesa de Polignac, la joven llamó la atención desde muy joven. Con tan solo 16 años fue expulsada del liceo Dupanloup, donde estudiaba en París. Una conducta que ya anunciaba la irreverencia de la joven. No sabremos nunca si habría logrado centrarse en los estudios o comprometido con sus deberes reales porque en 1982 experimentó el momento que marcó su vida para siempre. Su madre, Grace Kelly, fallecía en un accidente de coche que, según se rumoreó en la época, conducía la propia Estefanía.
Desde entonces, todo se descontroló. Asolada por la tristeza de perder a su madre, la princesa empezó a vivir a todo trapo, eligiendo profesiones que nadie esperaba (cantante, modelo, etc.) y con una agitada vida romántica que demostraba lo enamoradiza que ella. A todo esto se sumaba que se comportaba como si no fuera una princesa, tomando el sol en topless y colaborar en las exclusivas que hacían sobre ellas.
Pero, Estefanía ha cambiado. A medida que ha ido cumpliendo años, la hermana de Carolina de Mónaco ha dejado atrás sus polémicas y peculiaridades para centrarse en su familia, alejada de las obligaciones reales y encantada con su discreta normalidad. Repasamos la vida de esta icónica royal que ha llamado la atención de varias generaciones.
Estefanía de Mónaco, la princesa más enamoradiza
Las parejas de príncipes y princesas siempre atraen el interés. Al fin y al cabo, es posible que alguno de sus novios se convierta en miembro de la Casa Real. Estefanía de Mónaco lo sabía, como también era consciente de las cualidades que se esperaban de su futuro marido. Pero le dio igual. La hermana del príncipe Alberto no quiso ponerse límites en cuanto al amor y vivió varios romances la mar de intensos.
El primero de todos ellos fue con Urbano Barberini, un italiano amigo de su hermano, cuando ella apenas tenía 16 años. Como hemos dicho, en aquel entonces, Estefanía vivía en París para sacarse la secundaria y, para horror de los royals monegascos, trabajaba en una agencia de modelos. Unas imágenes de la pareja disfrutando de su amor provocaron que Rainiero y Grace intervinieran para finalizar su relación.
El siguiente es el que se ha considerado como su gran amor: Paul Belmondo. Hijo de un famoso actor francés, fue él quien estuvo al lado de Estefanía cuando falleció su madre. "Paul estuvo con ella en los momentos más dolorosos de su vida. Tanto es así que la relación se prolongó tres años y solo las reticencias de Rainiero le hicieron convocar a la familia Belmondo, con Jean Paul a la cabeza, para pedirles que retrasaran la boda durante un año, al menos, y lo meditaran mejor", narró el escritor Basilio Rogado.
Algo que hicieron, ya que terminaron la relación de mutuo acuerdo. Después vino Mario Oliver, que había sido soldado en el Chad pero también tenía una prolífica carrera como modelo. Además, había logrado abrir varios restaurantes en California por lo que parecía un partido seguro. Sin embargo, fue uno de los que la empujó a posar semidesnuda para una revista muy popular.
Durante su ruptura con Oliver, Estefanía se volcó en su faceta como diseñadora de bañadores y cantante pop, algo que dejó patidifusos a los historiadores y periodistas de la época. Fue en esta época cuando conoció a Jean-Yves Lefur, que parecía que iba a ser el último, ya que se llegó a producir una fiesta de compromiso con Rainiero.
Al parecer, no funcionó y Estefanía volvió a enamorarse. Esta vez de Daniel Ducruet, su escolta personal. Lo que parecía una simple aventura se tornaba algo mucho más serio con la boda que Rainiero permitió a regañadientes y el nacimiento de Pauline y Louis Ducruet.
De nuevo, no duró. Dos años después del nacimiento de su hija, la revista 'Eva Tremila' publicó unas fotos de Daniel manteniendo relaciones sexuales con otra mujer. Aunque Estefanía estaba acostumbrada a las rupturas, esta traición fue tan dolorosa que la hundió en una profunda depresión.
La princesa se apoyó en su círculo más cercano para salir adelante y en Jean Raymond, su nuevo guardaespaldas. En 1998, tuvieron a Pauline, la tercera y última hija de Estefanía de Mónaco. Tampoco salió bien y, a continuación, Estefanía tuvo un romance con Adam Peres, un acróbata portugués al que llevaba 10 años y con quien llegó a casarse en secreto. Su matrimonio terminó un año después porque el joven no había sido capaz de aguantar la presión mediática que suponía salir con alguien de la realeza.
La relación desigual de Estefanía de Mónaco con sus hermanos
Si algo ha llamado la atención de los Grimaldi es la relación entre ellos. Mucho se ha hablado sobre si llevaban bien o era pura fachada. Como siempre pasa con los rumores, puede haber parte de mentira y parte de verdad. En el caso del vínculo entre Estefanía y sus hermanos es, sin duda, desigual.
Por un lado, la princesa y el príncipe Alberto siempre han mostrado una relación cercana y distendida que se ha extendido a la esposa de este, Charlene. Un ejemplo son las recientes imágenes de los hermanos jugando al fútbol en un partido benéfico organizado por Louis Ducruet en el marco de la entidad Fight Aids Mónaco. Otro momento clave fue cuando Charlene y Estefanía fueron juntas a la inauguración del Open Air Circus Show en el Prince Palace Square de Mónaco, donde compartieron un tierno abrazo.
Esta buena sintonía se aleja mucho de la relación de Estefanía con su hermana Carolina. Para entender su historia hemos de remontarnos al principio de todo, cuando las hermanas eran unas adolescentes y sus padres aún vivían. Las primeras tensiones entre ellas aparecieron, según contaban los medios de la época, por el vínculo de cada una de ellas con sus padres. Se rumoreaba que Grace Kelly mimaba muchísimo a Carolina, mientras que Rainiero no podía echar nada en cara a su pequeña Estefanía.
Otro punto que las separó es que Carolina no gozó de la misma permisividad que su hermana, que vivía su vida sin pedir permiso a nadie. Además, nunca vio con buenos ojos los amoríos y aventuras profesionales de su hermana pequeña. Y es que ambas tenían una forma de entender su papel dentro de la familia real muy diferente. Mientras que para Carolina era una prioridad y un honor para Estefanía era una obligación de la que quería desvincularse.
La muerte de su madre solo acentuó más la brecha entre ellas. Carolina se convirtió en el sostén de su padre y en el pilar de la familia y Estefanía se dejó llevar por la pena y el descontrol. Cierto es que, a medida que han crecido, ambas han logrado crear un vínculo estable en el que ambas se respetan y toleran.
Las preocupantes imágenes de Estefanía de Mónaco: un estilismo descuidado y lágrimas desconsoladas
Estamos acostumbrados a que los royals muestren sus mejores galas en los actos a los que acuden. Tejidos espléndidos, diseños únicos y joyas llamativas suelen caracterizar los eventos de la agenda real. Es por eso que Estefanía de Mónaco preocupó tanto en 2024 al aparecer en uno de los actos enmarcados en el Festival Internacional del Circo de Montecarlo.
La hermana de Alberto de Mónaco eligió unos jeans sencillos, una sudadera azul con el logo del acontecimiento y un gorro de lana que tapaba casi por completo su cabello corto. Luciendo sus ya características gafas y sin esconder las marcas de la edad, la princesa dejó sin habla por mostrarse casi como un miembro del equipo más.
Esta naturalidad y espontaneidad volvió a ser evidente unos meses más tarde durante la gala contra el SIDA de Montecarlo, organizada por la fundación Fight Aids Mónaco, que siempre ha contado con la tutela de Estefanía y es su causa más especial. Durante la velada que celebra los 20 años de la entidad, la princesa rompió a llorar de forma desconsolada al ver todo lo logrado por esta entidad y al ver la lucha de sus miembros.
Estos gestos y decisiones es la forma de Estefanía de transmitir que es una persona normal y corriente. "No me adapto al rol de princesa, a tener que ir con un vestido maravilloso, a ese lado glamuroso de la monarquía. Eso no es para mí. Yo soy una mujer como cualquier otra, lo único que hago es aprovechar mi notoriedad para cambiar las cosas, para ayudar. Pero no para que las cosas que hago me den notoriedad", se sinceró en una entrevista hace años.
La vida discreta de Estefanía de Mónaco: volcada en su familia y alejada de los royal
A diferencia de su hermana Carolina, la relación de Estefanía de Mónaco con sus hijos es excelente. La princesa siempre ha estado muy pendiente de Camille, Louis y Pauline, cuidándolos y acompañándolos en este mundo de focos y cámaras que ella conoce tan bien. Por su lado, los tres jóvenes no han dudado en mostrar su apoyo total a su madre en sus peores momentos. Por ejemplo, cuando salieron a la luz esas preocupantes imágenes de la princesa, los tres decidieron arroparla y no dejarla sola en la visita al circo que tenía aquella misma semana.
El amor que Estefanía siente por sus hijos se ha extendido a sus dos nietas, fruto de la relación de su hijo Louis con Marie Chevallier. Era el pasado 4 de diciembre cuando la pareja anunciaba la llegada de su segunda bebé. "Nuestra familia vuelve a crecer con la llegada de nuestra pequeña Constance", escribían junto a unas imágenes en las que se apreciaba como Victorie, su primogénita, conocía a la recién nacida. Medios franceses aseguran que Estefanía se encuentra encantada con su faceta como abuela y intenta pasar todo el tiempo posible con las pequeñas.
Además de estar volcada en su familia, Estefanía disfruta a sus 60 años de una vida discreta y alejada de las obligaciones de la Casa Real de Mónaco. Aunque es cierto que aún acude a algunos eventos son muy concretos y siempre referentes a causas cercanas a su corazón, como el mencionado festival de circo o las entidades que sigue de cerca.
El resto de su tiempo, Estefanía vive sin protocolos ni atención en un apartamento independiente del palacio de los Grimaldi y lleva una vida normal. Va al supermercado, visita a sus nietas y se dedica a sus aficiones. En definitiva, una paz que Estefanía ha logrado alcanzar tras 60 años de escándalos y peculiaridades.