De todas las casas reinantes de Europa, la de Mónaco es la más insignificante y, al mismo tiempo, la que en determinados momentos ha centrado la atención popular con mayor intensidad. Algo contribuyó a la causa la hija pequeña de Raniero III y Grace Kelly, Estefanía de Mónaco, que hoy día vive algo apartada de los focos pero en sus años mozos fue conocida por su agitada vida sentimental, su tendencia a tomar el sol sin la parte superior del biquini y su afición a vender exclusivas que solía comercializar con la agencia Sigma. La princesa cumple hoy 59 años, una cifra significativa que llega tras sus últimas (y preocupantes) imágenes.
Nacida el 1 de febrero de 1965, la princesa Estefanía fue bautizada en la catedral de Mónaco, con un vestido de cristianar de Dior. Su primer novio oficial fue un italiano llamado Urbano Barberini, amigo de su hermano Alberto de Mónaco. Estefanía tenía entonces dieciséis años y vivía sola en un apartamento de París, donde teóricamente estudiaba (en realidad no pasó de la secundaria) y desfilaba sobre la pasarela para una agencia de modelos que le pagaba dos mil dólares por hora. Cuando las fotos de la disfrutona pareja aparecieron en una revista alemana, sus padres la obligaron a terminar la relación.
Después apareció su primer gran amor: Paul Belmondo, hijo del popular actor francés. Se conocieron en 1982, y ese mismo año murió Grace Kelly tras sufrir un accidente de tráfico. Aquello marcó profundamente a Estefanía, que viajaba con su madre pero logró sobrevivir al choque. "Paul estuvo con ella en los momentos más dolorosos de su vida", escribió luego Basilio Rogado. "Tanto es así que la relación se prolongó tres años y solo las reticencias de Rainiero le hicieron convocar a la familia Belmondo, con Jean Paul a la cabeza, para pedirles que retrasaran la boda durante un año, al menos, y lo meditaran mejor".
El escándalo con su guardaespaldas
Tras romper con Belmondo, la princesa rebelde estuvo saliendo durante más de dos años con Mario Oliver, un marsellés treintañero que había sido soldado en el Chad y modelo en París, poseía varios restaurantes en la costa californiana y la hizo posar semidesnuda para revistas de gran tirada. "Después vendría la conversión de su Alteza Agitadísima primero en diseñadora de bañadores y luego en cantante pop, y el romance con Jean-Yves Lefur, que parecía definitivo (pues incluso llegaron a celebrar, sin asistencia de papá Rainiero, una fiesta de compromiso), hasta que se supo que el joven había estado en chirona condenado, afirman, por fraude fiscal", explicó Juan Balansó en su libro 'Los Reales Primos de Europa'.
Más tarde se enamoró de su escolta personal, Daniel Ducruet, con el que llegaría a tener dos hijos. Aquel joven del sur de Francia llevaba algún tiempo ganándose las habichuelas: primero montó una marisquería al por mayor que no acabó de funcionar, y a continuación se colocó en una compañía de seguridad que le asignó cuidar del príncipe Alberto y, más tarde, de su hermana Estefanía. Aunque Rainiero no veía con buenos ojos al francés, del que se conoce su fama de vividor y pendenciero, consintió la boda de la pareja después de que esta diera la bienvenida a su segunda hija en 1994.
La cosa se estropeó en 1996, cuando la revista italiana 'Eva Tremila' publicó en exclusiva unas fotografías donde Ducruet salía desnudo, en la piscina de una villa en Villefranche-
sur-Mer y manteniendo relaciones sexuales con la bailarina de striptease Fili Houteman, quien por lo visto se compinchó con dos fotógrafos y le tendió una trampa para ganar dinero a costa de acabar con su matrimonio. A raíz de esa traición, Estefanía sufrió una depresión de la que pudo salir con ayuda de gente como su guardaespaldas Jean Raymond, con quien en 1998 tuvo a su hija Camille.
Perfil más discreto
Tras superar un nuevo fracaso sentimental, empezó a dejarse querer por Adans Peres, un acróbata portugués, diez años más joven que ella, con el que se casaría en secreto en 2003. Se divorciaron al año siguiente, y Adans terminó confesando que lo suyo con Estefanía no había funcionado porque él no fue capaz de soportar la presión mediática, ni tampoco se sintió integrado en la familia real monegasca. En cualquier caso, la ruptura no acabó con la afición al mundo del circo de Estefanía, que es presidenta de honor del Festival Internacional de Circo de Montecarlo desde 2005.
Con el tiempo, la princesa de 59 años fue abandonando su faceta de mujer casquivana y dedicó sus esfuerzos a su labor al frente de la asociación que creó para ayudar a las mujeres enfermas de sida. Además, desde que su hermano Alberto de Mónaco se casó con Charlene en 2011, se apartó poco a poco de la agenda oficial de la Casa Real y perdió su estatus de mujer elegante. "No me adapto al rol de princesa, a tener que ir con un vestido maravilloso, a ese lado glamuroso de la monarquía", confesó en una entrevista. "Eso no es para mí. Yo soy una mujer como cualquier otra, lo único que hago es aprovechar mi notoriedad para cambiar las cosas, para ayudar. Pero no para que las cosas que hago me den notoriedad”.