Los problemas de salud mental llevan ya tiempo cebándose con las mujeres de la realeza japonesa, quienes siempre han estado sometidas a tradiciones excesivamente conservadoras y se han visto relegadas a un segundo (cuando no tercer) plano. Hace ya tres décadas, la emperatriz Michiko, madre del actual emperador Naruhito, y primera plebeya en siglos en casarse con un miembro de la familia imperial, perdió durante unos meses la capacidad de hablar tras las críticas públicas a sus supuestos defectos como esposa de Akihito.
En 2021, la casa imperial de Japón reveló que Mako de Akishino, sobrina mayor de Naruhito, había sufrido un trastorno de estrés postraumático debido al rechazo que sufrió por su compromiso con Kei Komuro, un compañero de la universidad. "Sentía que su dignidad como ser humano había sido pisoteada", declaró el psiquiatra de Mako, que después de casarse se vio obligada a abandonar la familia imperial por elegir como esposo a un plebeyo.
Tampoco lo ha tenido fácil la actual emperatriz, Masako, que se retiró de sus funciones públicas para hacer frente a la depresión que le causó el hecho de que los medios de comunicación la acosaran por no haber conseguido concebir un hijo varón que continuara con el linaje. De hecho, el emperador Naruhito y ella solo han tenido una hija, Aiko, de 22 años, que, tal y como ordena la ley de la casa imperial, no puede reinar al ser mujer —el siguiente en la línea sucesoria es el hermano de Naruhito, Fumihito, y tras él está su hijo pequeño, Hisahito—.
Superada por la presión
Nacida en Tokio en 1963, Masako creció entre la URSS y EEUU en el seno de una familia diplomática, por lo que domina varios idiomas. Se licenció en Harvard, estudió Derecho en la capital del país del sol y acababa de aprobar unos exámenes que la cualificaban para trabajar como diplomática de alto rango cuando en 1986 conoció al entonces príncipe heredero de Japón en una fiesta en honor a la infanta Elena de Borbón. Aunque desde el principio tuvo dudas sobre la conveniencia de contraer matrimonio con un miembro de la familia real, se terminó casando con Naruhito en 1993.
Más tarde declaró a la prensa que había aceptado su propuesta de matrimonio después de que Naruhito le dijera: "Puede que tengas miedos y preocupaciones por unirte a la casa imperial, pero yo te protegeré durante toda mi vida". Aunque lo cierto es que renunciar a la carrera diplomática y hacer frente a las opresivas convenciones y obligaciones de la vida regia no fueron tareas sencillas para Masako. Tanto es así que los médicos le diagnosticaron un "trastorno de adaptación", una enfermedad mental causada por el estrés y que suele ir unida a la depresión o la ansiedad.
Fue en 2004 cuando se empezó a hablar de los problemas emocionales de la que fuera conocida como la princesa triste. En aquella época, el propio Naruhito, que ascendió al Trono del Crisantemo en 2019, después de que su padre tomara la decisión de abdicar, declaró que su esposa se había "agotado completamente" intentando adaptarse a la vida de palacio, e incluso acusó a la plantilla de funcionarios imperiales de realizar "movimientos para negar su personalidad y su carrera profesional" —luego añadiría que Masako "estaba muy angustiada" porque, pese a ser diplomática, "no se le permitió realizar visitas al extranjero durante mucho tiempo"—.
La princesa, que el pasado mes de diciembre cumplió 60 años, permaneció alejada de la escena pública y recluida dentro del palacio durante la década siguiente. Sin embargo, en los últimos años ha recuperado parte de su agenda y suele hacer apariciones públicas. "Reflexionando sobre los días venideros, a veces me siento insegura sobre hasta qué punto seré capaz de servir a la gente. Pero me esforzaré por hacerlo lo mejor posible para poder contribuir a su felicidad", declaró en un comunicado Masako, que parece haber experimentado una mejoría y el pasado verano realizó su primer viaje de estado al extranjero acompañando a su marido a Indonesia.