Las capitulaciones matrimoniales que firmaron las futuras reinas: de Mary Donaldson a Letizia y Máxima de Holanda

Las duras capitulaciones que Federico de Dinamarca hizo firmar a Mary Donaldson han sorprendido, pero en realidad no ha sido la única en hacer frente a estas exigentes normas. Repasamos el drama del resto de princesas y reinas de Europa

Jara Bravo

Redactora digital de Lecturas

Actualizado a 14 de enero de 2024, 08:47

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La vida de Mary Donaldson (51 años) no ha sido sencilla. La abogada dejó su país, su profesión y a su familia para instalarse en Dinamarca junto al que sería su marido, el príncipe Federico. Llegaba el turno de comprometerse con la institución y como todas las futuras reinas y princesas, esto se hizo a través de unas capitulaciones matrimoniales. La reina Margarita, escarmentada por lo que había pasado con otro de sus hijos, quiso atar el futuro de Mary Donaldson y de los que iban a ser los herederos al trono. Unas capitulaciones en las que la australiana ni siquiera podía decidir su lugar de residencia en caso de separar su vida de la de Federico de Dinamarca.

Esto, aunque parezca exagerado, es algo habitual en todas las Casas reinantes europeas. Todas aquellas personas que han entrado a formar parte de la Familia Real y, por tanto, de la línea de sucesión, han firmado sus propias capitulaciones matrimoniales. A pocas horas de la proclamación de Federico y Mary de Dinamarca como reyes, repasamos cómo fue la llegada de Letizia, Máxima, Kate, Charlene o Mette Marit a sus respectivas monarquías. ¿Qué hicieron las princesas? ¿A qué se vieron obligadas? Mary Donaldson, no estás sola.

Las capitulaciones que firmó la reina Letizia

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Empezando por nuestra reina patria, Letizia (51 años) tuvo que hacer frente a este temido documento. Cuando saltó la noticia de que el príncipe heredero, Felipe, estaba saliendo con la periodista de TVE, Letizia Ortiz, todo se precipitó. En noviembre de 2003, Casa Real anunció el compromiso tras darse el chivatazo horas antes y confirmó la fecha del enlace: principios de verano de 2004. Un período muy corto de tiempo para gestionar una boda de este calibre e importancia, empezando por las clases de protocolo, idiomas e historias que tuvo que cursas la reportera hasta las capitulaciones que tuvo que firmar antes del gran día.

Sus miradas en los Premios Princesa de Asturias y su forma de interactuar tras anunciar su relación dejaban claro que la relación de Felipe y Letizia era por amor. No obstante, este escrito es un punto clave de los matrimonios royals por si el amor se acaba. Así, en febrero de 2004, Letizia aceptó esas normas que trataban muchos puntos importantes en caso de separación. Por ejemplo, el documento dejaba claro que Letizia tendría su situación económica resuelta en caso de que se divorciara de Felipe: recibiría un asignación y contaría con dos residencias para su completa disposición.

En cuánto a títulos nobiliarios, si la periodista se divorciaba del padre de sus hijas, volvería a ser Letizia Ortiz, pero si solo se separaba conservaría su título de Princesa de Asturias y el tratamiento de Alteza Real. Eso sí, el punto más complejo tenía que ver con la princesa Leonor y la infanta Sofía. Al parecer, según informó 'Vanitatis', si los reyes se separaban, la custodia de las jóvenes (mientras fueran menores de edad) recaería en su padre y su formación estaría en manos de la Corona.

Máxima de Holanda también tuvo que firmar un acuerdo prematrimonial

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Cuando Máxima Zorreguieta se enamoró de Guillermo Alejandro de Holanda tuvo que renunciar a muchas cosas y aprender muchas otras. ¿La más evidente? Tuvo que aprender el idioma natal de su marido. Pero hubo muchas más. Fue con la publicación del libro 'Máxima, una historia real', escrito por Soledad Ferrari y Gonzalo Álvarez Guerrero, que salieron a la luz las insólitas peticiones que tuvo que aceptar la argentina antes de casarse con el que sería el padre de sus hijos.

Básicamente se reduce a una sola sentencia: Máxima no tendría ningún derecho de separarse. El documento establece que ni sus bienes o hijos le pertenecen. Como pasaba con la reina Letizia, sus pequeñas pasarían a estar tuteladas por su padre y la Casa Real de los Países Bajos. Sí es cierto que, según el libro, la madre de Catarina Amalia sí recibiría una remuneración cifrada en 890.000 euros anuales, pero ni un céntimo más o propiedad a su nombre. Además, a nivel personal, renuncio a su propia ciudadanía y aceptó educar a sus hijos en la religión que profesaba su esposo.

El 'contrato' prenupcial que Kate Middleton aceptó

Kate Middleton y Guillermo 

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Kate Middleton, una de las royals con más elegancia y sofisticación del panorama, no fue diferente al resto de compañeras. Ella también se vio obligada a firmar un acuerdo prenupcial para asegurar las herencias y linaje de los Windsor. Y no es para menos, ya que de los cuatro hijos de Isabel II, tres acabaron divorciándose. Era el diario alemán 'Bild', en 2017, el que explicaba en qué consistía, paso por paso, este acuerdo.

En caso de ruptura con el príncipe Guillermo, Kate perderá el título de princesa de Gales, no podrá residir en ninguna de las vivienda palaciegas de las que ahora disfruta, no podrá reclamar el patrimonio de su esposo y perderá la custodia de los hijos en común. Esta última parece un aspecto recurrente en casi todas estas capitulaciones. Al final, el primogénito de la pareja será el futuro rey o reina de ese país, de manera que su educación y protección debe quedar en manos de la Corona nacional.

En cuánto a su manutención, Kate recibiría una suma inicial y una pensión a posteriori cuyo valor dependerá... ¡de su comportamiento! Así es. La esposa de Guillermo deberá demostrar un total decoro y decencia y tomar decisiones con mucha precaución. Por ejemplo, si decidiera volver a casarse, la suma de dicha pensión descendería.

Tampoco podrá hablar a los medios de comunicación de su papel como madre y esposa en la Casa Real británica, a lo Lady Di, ya que revelar cualquier intimidad del matrimonio estaría castigado con una multa millonaria. La única excepción que habría logrado añadir Middleton es que tanto ella como sus padres pudieran visitar sin ningún tipo de límite ni restricción a sus hijos.

Las cláusulas que tuvo que aceptar Charlene de Mónaco

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El matrimonio de Charlene de Mónaco y Alberto ha estado siempre rodeado de rumores de crisis. Aún así, su relación ha seguido adelante a pesar de las cláusulas que salieron a la luz en 2011 tras casarse. Un acuerdo que marcaba al milímetro cómo debía ser su relación. Para empezar, la pareja debía estar junta por lo menos cinco años y debía darle un hijo heredero. Dos condiciones que se han cumplido, ya que llevan 12 años juntos y poco después de su enlace llegaban los mellizos Jacques y Daniella.

La sorpresa llegaba cuando el año pasado se descubría que Charlene habría firmado otro acuerdo matrimonial para volver con su marido. ¿Por qué motivo? El contexto aquí es importante. En marzo de 2021, la princesa del Principado viajó hasta Sudáfrica con la finalidad de defender la vida de los rinocerontes. Lo que debía ser un viaje corto, se convirtió en una travesía de ocho meses debido a los problemas de salud que sufrió la princesa durante ese período. Charlene volvió fugazmente para ver a sus hijos y, de ahí, fue ingresada en un centro privado de Zurich, donde anunció su retirada de la vida pública durante un tiempo. 

Tras varios meses en recuperación, la princesa se encontraba preparada para volver a su antigua vida. Pero con una condición: debía firmar un millonario contrato que establecería sus apariciones institucionales con su marido e hijos. Era la revista francesa 'Voici' donde se filtraba la existencia de este acuerdo. Concretamente, el documento fijaba que Charlene recibiría 12 millones de euros al año a cambio de su presencia en alguno de los actos oficiales de la familia Grimaldi. Además, podría residir en Suiza, aunque sus pequeños continuarían con su padre en Mónaco.

El polémico contrato prematrimonial de Mette-Marit

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Hace 22 años Mette-Marit y Haakon de Noruega se dieron el 'sí quiero' en lo que se valoró como la primera boda real del siglo. Un triunfo para ellos ya que su relación no había sido bien vista. Y es que la futura reina de Noruega era plebeya y madre soltera, fruto de una relación extramatrimonial con un hombre que estuvo en prisión por tráfico de drogas. Además, había acudido a un programa de televisión buscando novio. Una serie de hechos que la Casa Real Noruega no quería tener que gestionar.

Sin embargo, el amor entre ambos fue más fuerte que las críticas y siguieron adelante. Con dos condiciones. Primero, la joven tenía que pedir perdón públicamente por su pasado y, en segundo lugar, debía firmar un polémico contrato prematrimonial. Y es que, si se separaban, Mette-Marit tenía que abandonar el Palacio sin nada.

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