Cumplir con nuestro deber y obedecer a los demás es una responsabilidad que muchas personas cumplen ante todo pronóstico. Sin embargo, la realidad es que existen ciertos límites que no se deben cruzar para cuidar de nuestro bienestar personal, mental y emocional. Es una de las mayores conclusiones que ha compartido el psicólogo y escritor Xavier Guix tras hallar un exceso de “mala bondad” en varias de sus consultas.
‘Ser demasiado bueno’, un peligro clave contra nuestro bienestar
“Agradar a todo el mundo te aleja de ti mismo”. Es una de las principales conclusiones que ha compartido el experto Xavier Guix durante su participación en la conferencia ‘Aprendemos Juntos’ de BBVA. Guix ha abordado uno de los problemas silenciosos más recurrentes del momento. El experto se refiere al exceso de tolerancia conocido como “ser demasiado bueno”.
Aprendemos Juntos I BBVA
Interponer los intereses de los demás por delante de los nuestros es un problema del que muy pocos son conscientes y tiene una explicación clara. “La experiencia me llevó a estudiar una serie de patrones y conductas que son comunes en este tipo de personas”, señala el experto durante los primeros minutos de su enriquecedora conferencia. “El primero de ellos es el sentido del deber”, aclara.
Según Guix, el principio fundamental de este sentido es la obediencia que nos caracteriza como humanos desde que nacemos y desarrollamos nuestras capacidades de aprendizaje. “Hemos crecido con una orden de hacerlo todo bien porque es nuestro deber”, subraya. Sin embargo, “ser demasiado obedientes” y “no saber decir que no” también es un problema. “Hacemos todo lo que se espera, respondemos a todo, no tenemos límites para los demás…”, son algunos ejemplos que ha compartido el experto y que caracterizan a este tipo de personas.
“Este primer mandato es muy duro”, añade. También la necesidad de ser personas correctas en todo momento es un asunto clave. “La segunda condición se basa en el mandato ‘pórtate bien’. Indica no solo que hay que obedecer sino cómo hay que hacerlo. Se incluye el ser complaciente, hacerlo todo bien y perfecto, ir deprisa, complacer o no decir que no”, explica Guix.
Es cierto que pensar en los demás y ser empáticos nos convierte en mejores personas, pero superponer los intereses del resto por encima de los nuestros es un problema de gestión personal. “Una persona que se pasa la vida complaciendo al otro termina descuidando de sus propios deseos”, cuenta Xavier. Inevitablemente, esta situación atenta contra nuestro bienestar personal.
Se dejan a un lado los intereses personales por tener en cuenta los del resto sin ninguna otra opción. “De tanto complacer llega un momento que me convierto en los ojos de los demás”, asegura el psicólogo que ha trabajado este asunto con varios de sus pacientes. Cuando esto ocurre, “la persona se desconecta de sí misma y acaba viviendo la vida del otro”.
La importancia de los límites como herramienta frente al daño emocional
Además, el experto ha destacado un tercer mandato clave que caracteriza a las personas demasiado bondadosas. “La imposibilidad de dejar de ser bueno”. En su lugar, Xavier Guix ha compartido un consejo clave para evitar esta situación. “Hay que aprender a poner límites porque si no son los demás los que nos van a crear la vida que ellos quieren para nosotros. Poner límites para mi no consiste en que pongas obstáculos o digas no a la gente, significa que te definas claramente en lo que tú quieres”, esclarece. Para ello, pararse a pensar sobre lo que nos caracteriza es clave.
Tener claros nuestros hobbies y gustos es algo que determina nuestra propia forma de ser. Si no tenemos en cuenta estos importantes aspectos de la vida y seguimos complaciendo a los demás sin tener en cuenta nuestro bienestar aparece uno de los mayores enemigos del ser humano: la ira reprimida. “De tanto aguantar y callar llega un día que no puedes más y entonces te entra la culpa”, subraya el psicólogo. Inevitablemente, esta situación se convierte en un bucle que no deja de mermar nuestra calidad de vida a nivel emocional y mental.
La solución es clara. Buscar el equilibrio entre nuestros intereses y los de los demás. Evitar dañar al resto y a nosotros mismos también es clave. La unificación de estas dos formas de actuar es esencial para desarrollar una vida próspera y tranquila ya que la calidad de las relaciones sociales es de lo más influyente sobre el bienestar. De hecho, el mayor estudio sobre felicidad elaborado por la Universidad de Harvard ha esclarecido que nuestro entorno juega un papel fundamental sobre la calidad de vida.