Arthur Brooks, experto en felicidad de la Universidad de Harvard: "las personas sacrifican sus vínculos con los demás por su verdadero amor, el éxito”

¿Crees que el éxito puede darte la felicidad? Esta pregunta, tan antigua como aquella que cuestiona si es el dinero el que nos hace felices, tiene respuesta al fin de mano del mayor experto en felicidad de Estados Unidos, el gurú y profesor de Harvard, Arthur Brooks.

Celia Pérez
Celia Pérez León

Periodista especializada en lifestyle y cultura

Arthur Brooks
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Es fácil caer en la trampa de pensar que quien consigue éxito en la vida es automáticamente feliz. Cerramos los ojos y nos imaginamos en casas de ensueño, con carreras fantásticas, rodeados de personas increíbles. Pero ¿y si el éxito no tuviera nada que ver con la felicidad? ¿Y si, en realidad, ser exitosos fuera lo contrario a ser felices?

Según el profesor de Harvard y gurú de la felicidad, Arthur Brooks, la verdadera fórmula de la felicidad carece de la palabra éxito. De hecho, asegura, el éxito puede convertirse en una obsesión, en una adicción que arrase con aquellas cosas que realmente nos hacen felices. Así lo cuenta en uno de sus más famosos artículos para The Atlantic, en el que nos cuenta que “los adictos al éxito prefieren ser especiales, que ser felices”.

Arthur Brooks
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El camino del éxito

La historia está llena de casos de éxito. Desde Aquiles en la mitología griega a los Bezos o Zuckerberg del presente, siempre hemos tenido a alguien a quien mirar para pensar, hasta ahí es capaz de llegar el ser humano. Imaginamos que para conseguir ese éxito que se nos presenta como idílico necesitamos esfuerzos, talento y constancia. Quizá sea cierto.

Lo que está claro, nos explica Brooks en el citado artículo, es que “la búsqueda del logro nos distrae de las actividades y relaciones profundamente cotidianas que dan sentido a la vida”. O lo que es lo mismo, en la gran mayoría de los casos debemos hacernos una pregunta: ¿prefieres ser especial o ser feliz?

Y es que, como postula el experto, el éxito tiene un componente profundamente adictivo. De hecho, asegura, “los elogios estimulan el neurotransmisor dopamina, implicado en todas las conductas adictivas”. Así es como, por ejemplo, nos enganchamos a las redes sociales. Son los “me gusta” lo que nos mantiene pegados a la pantalla, en busca de la siguiente dosis dopaminérgica.

Para Brooks, de hecho, la relación que muchos tenemos con el éxito se parece bastante a la que los alcohólicos tienen con el alcohol. Una relación de amor profundo que rompe todos nuestros lazos con lo que realmente nos hace felices. Un proceso de adicción que dinamita cualquier puente hacia una felicidad plena.

Todo lo que has perdido

Es muy probable que, como el resto de la humanidad, alguna vez te has preocupado por tu propio éxito. El propio Brooks asegura haber respondido a la pregunta que nos plantea, ser especiales o ser felices, como un adicto al éxito. Prefería ser especial, y sabe lo que eso implica.

Porque aunque suene bonito pensar que dedicando horas y esfuerzo podemos conseguir lo que queramos, la realidad es bien distinta. El éxito, nos explica Brooks, es cómo Sísifo y su roca. Nunca se alcanza, nunca termina. “La meta no se puede satisfacer”, escribe el profesor en su artículo, “la mayoría de la gente nunca se siente ‘suficientemente exitosa’”.

Los psicólogos llaman a esto “la cinta de correr hedónica”, puesto que en cuanto satisfacemos un objetivo, un deseo, rápidamente pasamos al siguiente. “La euforia solo dura un par de días, y luego se pasa a la siguiente meta”, explica Brooks.

El peligro de este círculo vicioso no es solo la insatisfacción. El verdadero problema, asegura el experto, es que “las personas sacrifican sus vínculos con los demás por su verdadero amor, el éxito”, y esto los aleja cada vez más de aquello que sí puede hacerles felices.

Arthur Brooks
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Un cambio de dirección

Brooks asegura que no ha conocido a nadie que tenga éxito y se sienta satisfecho. Siempre hay un siguiente punto que alcanzar, e incluso cuando este tipo de personas se retira de la vida pública, sigue rememorando sus tiempos de éxito como los mejores. “Ellos (y a veces yo)”, escribe para The Atlantics, “posponen los placeres cotidianos de la relajación y el tiempo con los seres queridos hasta después de ese proyecto o ese ascenso, cuando finalmente llegaría el momento de descansar. Pero, por supuesto, ese día nunca llega”.

Si te has sentido identificada con este idea de la adicción al éxito, si aceptas horas extra sin pensar o estás enganchada a la siguiente meta sin poder parar de exigirte, la buena noticia es que hay una solución. Brooks nos plantea dar un volantazo, tomar conciencia y cambiar de dirección para “reeducarte y buscar la felicidad en lugar del éxito, sin importar en qué etapa de tu vida te encuentres”. Para ello, asegura, debemos seguir tres pasos.

Admite la realidad

“El primer paso”, escribe Brooks, “es admitir que, por muy exitoso que seas, hayas sido o esperes ser en tu vida y en tu trabajo, no encontrarás la verdadera felicidad en la rutina hedónica de tu vida profesional”. O lo que es lo mismo, la felicidad no se encuentra en esa consecución de metas económicas, profesionales y de reputación que esperas cumplir.

Al contrario de lo que se puede pensar, nos explica el experto, la felicidad se encuentra “en cosas profundamente cotidianas”, como disfrutar de un paseo de charlar con alguien a quien quieres. Algo que no podrás hacer mientras haces horas extra o priorizas alguna que otra reunión.

Enmienda tus relaciones

Si en algún momento has caído en esta trampa eterna de buscar el éxito, es muy probable que algunas de tus relaciones se hayan resentido. Por eso, el segundo paso que nos recomienda Brooks es “enmendar cualquier relación que hayas comprometido en nombre del éxito.

Esto puede significar pedir perdón por preferir reuniones a recitales de ballets, viajes de negocios a aniversarios, o sencillamente por no estar disponible para aquellos a los que quieres cuando te necesitaban. Aunque el experto asegura que pedir disculpas, en estos casos, puede no ser suficiente.

“Es más efectivo simplemente estar presente”, nos explica en su artículo. “En las relaciones”, añade, “las acciones hablan más que las palabras, sobre todo si tus palabras han sido bastante vacías en el pasado”.

Encuentra las métricas correctas

Para acabar, Brooks nos pide hacer un auténtico cambio de perspectiva. Y esto pasa por comprender que no estábamos midiendo con las métricas correctas nuestro éxito. “Si te mides solo por las recompensas mundanas del dinero, el poder y el prestigio”, escribe el profesor de Harvard, “te pasarás la vida en la espiral del hedonismo, comparándote con los demás”.

En lugar de estas métricas, Brooks nos sugiere medir nuestra vida en función de la fe, la familia, la amistad y el trabajo. Aunque este último no en un sentido de logro externo. “Más bien”, matiza, “debería ser un trabajo que sirva a los demás y te dé un sentido de significado personal”. Y es que, asegura el experto, “el éxito en sí mismo no es malo, como tampoco lo es el vino. Ambos pueden aportar diversión y dulzura a la vida, pero ambos se vuelven tiránicos cuando sustituyen, en vez de complementar, las relaciones y el amor que deberían ser el centro de nuestras vidas”.