Los Países Bajos celebran hoy su gran fiesta nacional, el Día del Rey, que la familia de Guillermo y Máxima han festejado en la localidad de Emmen, en medio del fervor popular. Claro que la monarquía holandesa, como otras monarquías europeas –sirvan la monarquía británica, la danesa e incluso la española como ejemplos–, ha vivido momentos de profundas crisis que han hecho tambalear la institución hasta el punto de casi hacerlas desaparecer.
La continuidad de la monarquía en el punto de mira
La querida periodista Pilar Eyre, colaboradora de la revista Lecturas, ha sacado a la luz uno de los episodios más controvertidos protagonizados por la casa real de Holanda. En su canal de Youtube, y en el episodio titulado "Secretos terribles en la Casa Real holandesa", Pilar Eyre nos cuenta alguna de esas etapas realmente polémicas de "una de las familiares reales más ricas que existen, con una colección de joyas de las más importantes del mundo... Todos recordamos a Máxima en su coronación que llevaba una corona con 800 brillantes de Cachemira, 400 brillantes de Sudáfrica, un zafiro impresionante… siempre lleva joyas fabulosas”, recuerda Pilar.
La reina Juliana y su familia, en 1963.
Pero muchos años antes de que Máxima llegara al trono de los neerlandeses, la abuela de su marido, la reina Juliana llegó a comprometer seriamente la continuidad de la monarquía en los Países Bajos. "En la historia de la casa real holandesa hay una historia de furia, de tragedia, de videncia, de extraterrestres, de rasputines. Esto pertenece a mi juventud, a mi niñez. Hubo tres reinas seguidas, la reina Guillermina, la reina Juliana y la reina Beatriz. La reina Juliana era la que yo recuerdo de niña, salía en todas las portadas, era famosísima", comenta Pilar Eyre.
Durante nueve años, hubo una mujer llamada Gret Hofmans que se convirtió en la mayor influencia para la reina Juliana. La mujer era una curandera y la reina se puso en sus manos para que sanara a su hija menor, Cristina, a la que todos llamaban Marijke, que nació prácticamente ciega.
La reina Juliana, el príncipe Bernardo y sus cuatro hijas. De izquierda a derecha, Cristina, Beatriz, Margarita e Irene.
"Cuando Juliana estaba embarazada, en una audiencia de La Haya, una señora se salió de la fila, se tiró a sus pies, la abrazó, la besó varias veces y dijo que había ido enferma a verla con rubéola. Se la llevaron pero la Reina ya se había contagiado y todo el mundo se preocupó por cómo nacía el bebé. Tuvieron que esperar al parto porque no había ecografías y cuando nació se dieron cuenta que estaba ciega", relata Eyre.
La menor de las cuatro hijas de la reina Juliana había nacido con el mismo mal que la infanta Margarita, hermana del rey emérito Juan Carlos y madre de María Zurita. Esta circunstancia hizo que Juliana se pusiera en contacto con María de las Mercedes de Borbón, madre de Juan Carlos. Así lo relata Pilar Eyre: "Tenía el mismo mal que Margarita, la hermana de Juan Carlos, por lo que se pusieron en contacto con su madre (doña María) para saber qué habían hecho. Le dijeron que todos los médicos aseguraron que no tenía cura, pero que probara".
La madre de Juan Carlos rezaría por las dos
La reina Juliana "siguió ese camino por medio mundo, pero también le dijeron que era incurable. Fue entonces cuando la recomendaron el camino de la fe. Después de encomendarse al rezo y a Dios, a la española se le ocurrió por el 30 aniversario de las apariciones de Fátima ir a una misa espectacular. 'Vamos y humildemente le pedimos que cure a nuestras hijitas", le dijo doña María a Juliana. Claro que esta era protestante, por lo que acudir a una misa católica la hubiera colocado en una situación muy comprometida ante su pueblo. María le dijo entonces que rezaría por las dos.
La reina solo confiaba en Hofmans.
"Lo que sí mandó Juliana fue un gran ramo de flores a Fátima con una banda donde ponía que le devolviera la vista a su hija. Rezó profundamente pero ninguna de las dos recuperó la visión", cuenta Pilar.
Desesperada, Juliana recurrió a Hofmans
La reina Juliana "ya no sabía qué hacer y alguien le habló de una señora humilde que trabajaba en una fábrica pero tenía poderes de sanación y videncia. Sin saber qué hacer, tapada y sin decir que era la Reina fue a ver a Greet Hofmans, que se hizo muy famosa. Le puso la niña delante y ella en trance y con los ojos en blanco y dijo que juraba que la iba a curar visitándola todas las mañanas", explica Pilar Eyre.
Fue entonces cuando la reina se vio forzada a decirle quién era. Greet le dijo que haría vudú, que tenía contactos con el más allá y que le haría "unos pases" para curar a la niña.
"La madre, por el deseo de que la niña se curara, decía que veía un poco. La ilusión de que las cosas funcionen. Greet se instaló en el corazón de Juliana y entonces la fue aconsejando con los asuntos de estado y su matrimonio. Y es que el príncipe Bernardo la había hecho muy desgraciada porque era corrupto y mujeriego. Tenía amantes a las que mostraba. Así la vidente le hacía antes de cada reunión un resumen de lo que tenía que decir. Esto llegó a su punto álgido en una intervención en la ONU en plena Guerra Fría. Le dijo que tenía que el conflicto tenía que acabar, que tenía que seguir la doctrina de Ghandi", relata Pilar.
El príncipe Bernardo, corrupto y mujeriego, hizo muy desdichada a Juliana.
La sanadora prácticamente se instaló en palacio durante la década de los años 50, en plena guerra fría. Los consejos políticos que Hofmans le daba a Juliana despertaron no pocos recelos no solo en su país, sino en su propio matrimonio. Pese a que fue el príncipe Bernardo quien le presentó a la vidente, cuando se percató de la enorme influencia que esta tenía sobre la reina, hizo todo lo posible para expulsarla de palacio. Greet, por su parte, aconsejó a Juliana que se divorciara de su marido, por muy reina que fuera.
Amenazada por unos sicarios
"En aquel momento ya la niña era lo de menos, ya solo lo que importaba era el gobierno. Las fotos de Hofmans se hicieron famosas. Juliana empezó los trámites del divorcio pero el consejo de ministros no quiso. Hubo una guerra y la vidente encontró una aliada en Guillermina (madre de Juliana), que se convirtió a su religión propia", relata Pilar.
Juliana y su nieto mayor, Guillermo.
"Al final unos sicarios fueron a su casa y la amenazaron con que si seguía yendo a palacio tendría un accidente, de esto nos enteramos años después. Ella se asustó y la reina le pidió que volviera porque la niña volvía a estar ciega y ya no sabía vivir sin sus consejos", continúa Pilar.
"Fingieron que se había ido al extranjero y Juliana salía como un alma en pena en todas las fotos. Al final, entre el marido y los políticos, hicieron que ella volviera al redil. Fue una señora desgraciada toda su vida. No tenía el amor de nadie, siempre dijo que Grette (que nunca cobró nada y murió en la absoluta pobreza) fue la única que la había querido desinteresadamente", concluye Pilar Eyre.