Prueba clave en su primer día de juicio, ya que podría perfilar muy bien el retrato de Rafael Amargo como presunto traficante de droga en su piso del céntrico barrio de Malasa, Madrid. Un grave delito por el que la fiscalía solicita hasta nueve años de cárcel para él y su productor, socio también en este negocio ilegal.
Se trata de una de las conversaciones telefónicas autorizadas por el juez de la pieza que juzga al bailaor en el marco de la ‘Operación Codax', en la que se escucharía claramente como el famoso granadino buscaba, muy poco antes de su detención, un local como punto estratégico para el almacenado y distribución de la droga que comercializada al que lo ‘disfrazaría’ de lavandería del vestuario de sus obras de teatro. Esa parece que hubiera sido su principal tapadera si la policía no le hubiera llevado al calabozo tras contar con contundentes evidencias de sus deplorables hechos delictivos.
Iban a comprar una lavadora para 'disfrazar' al local
Concretamente, se trataría de una conversación pinchada entre Amargo y su supuesto compinche Eduardo de los Santos, durante la investigación policial a lo largo del año 2020, donde desarrollan esta nueva idea para aumentar sus ingresos a costa de cometer un supuesto delito continuado contra la salud pública. Y es que los presuntos narcotraficantes incluso se planteaban dar aviso a los vecinos del inmueble donde se ubicaría dicha ‘lavandería’ para adelantarles que se iba a producir un considerable flujo de personas entrando y saliendo de dicho local.
Una nítida conversación telefónica que ha sido narrada por uno de los policías que hizo este seguimiento telefónico durante meses. Interrogado como testigo en esta primer audiencia contra el bailarín, ha ahondado en el asunto explicando que, en varias llamadas posteriores, Amargo y su socio concluyen que, para evitar cualquier tipo de sospechas, lo mejor sería comprar una lavadora.
Una 'lavandería' con metanfetamina o cocaína rosa
Este agente, además también ha detallado como el bailaor de flamenco y su productor estaban buscando las formas de no aparecer en dicho contrato de alquiler para el local que quería hacer pasar por establecimiento comercial para la venta de diferentes drogas como metanfetamina o cocaína rosa.
Con estas conversaciones telefónicas grabadas es evidente que ni Rafael ni Eduardo tenían sospechas de que la policía estaba detrás de ellos, pues incluso son tan descuidados que en esas llamadas casi diarias el artista traza con su socio cómo podría ser la distribución interior del local, dejando el espacio del trastero reservado exclusivamente para el almacenaje de las 'bolsitas' preparadas con las diferentes drogas que vendía con asiduidad.
Estas llamadas sobre las que el policía ha declarado en su primera intervención en el juicio que acusa de tráfico de drogas al coreógrafo de 49 años, son solo una parte importante de todas las escuchas y evidencias que pondrían a Rafael Amargo en el centro de la operación. Pero, ¿qué otras pruebas se han presentado en esta primera sesión contra él?
Muchas. Durante el juicio ha salido también una relevante conversación pinchada desde su móvil en la que se le escucha hablar con un tal Raúl acerca de 'mover' un kilo de ‘mefe’ (metanfetamina) por el que se ganarían cada uno unos 2.000 euros. Pero además hay evidencias físicas: las imágenes de las cámaras de videoportero son unas muestra clara del trasiego de individuos que acudían a por drogas a su piso o, incluso, la balanza de precisión incautada en su domicilio con la que, según Rafael, solo usaban para consumo propio.
Su mujer le defiende en el juicio: "sus padres nos ayudaban"
Todo lo anterior complica bastante las cosas al ex concursante de 'Expedición imposible', y sobre todo hace complicado dar por buenas las explicaciones que en esta sesión inicial ha dado su propia mujer, Luciana Bongianino, quien ha declarado que los ingresos que tenían en la época de los hechos -difícil de comprender sobre todo en la etapa más dura del confinamiento por la Covid-19- se debía a que "sus padres nos ayudaban y vendiendo mascarillas a 20 euros".
Sospechosos y muy altos debían ser porque, supuestamente, les permitía consumir en ese momento un gramo y pico de droga a ambos cualquier día de la semana, durante todo el tiempo que duraron las ya lejanas restricciones por aquel entonces en Madrid.