El espantoso crimen que supuso un duro golpe de realidad a una sociedad española que para nada se creía xenófoba pudo haber sido fácilmente evitado. Lucrecia Pérez tuvo, sin saberlo, posibilidades reales para no exhalar su último aliento esa fría noche de diciembre de 1992. Pero era otra España, muy diferente a la de ahora. Ocurrió solo menos de 20 años después de que, por fin, nuestro país fuera libre y democrático.
Luis, Víctor, Felipe y Javier son los nombres de los asesinos, de quien la hija de Lucrecia dice en el documental de Disney+ que nada quiere saber aunque sí que es conocedora de que a día de hoy y pese a las ‘ejemplares’ condenas impuestas, ninguno de ellos sigue entre rejas. Pero el crimen racista pudo haberse evitado.
La Policía Municipal pudo haber evitado el crimen
‘Lucrecia: un crimen de odio’, ya disponible en la plataforma con cuatro interesantes capítulos, aborda el primer caso de xenofobia judicializado en España y lo hace con extrema brillantez: no se deja ni un solo detalle sobre el país que éramos entonces o, por ejemplo, cómo se fraguó la barbarie. En uno de ellos cuentan cómo la muerte de la dominicana que solo vino a Aravaca, Madrid, para ganarse la vida limpiando casas pudo haber sido fácilmente evitado.
Y el detalle que pudo salvarle la vida fue que la Policía Municipal no detuvo a estos desalmados cuando les pararon por exceso de velocidad en su camino por carretera para perpetrar su particular “escarmiento a los negros” que vivían en la abandonada discoteca Four Roses. Cosas, malas, también de esa España y determinantes en el destino de Lucrecia: de los cuatro criminales uno pertenecía a la Guardia Civil, por lo que enseñándoles simplemente la placa les dejaron seguir con su cruel objetivo que se convertiría en el primer juicio por racismo en nuestro país en incluso conseguiría cambiar el Código Civil para añadir el agravante de racismo en los delitos.
Fue rápido. Llegaron al lugar abandonado donde Lucrecia estaba cenando en ese momento y actuaron como animales, aunque según testificaron en el juicio no tenían intención de matar a nadie, solo de ‘dar un susto’. Le pegaron una patada a una puerta y Luis Merino, el miembro de la Guardia Civil implicado, pegó tres tiros en la oscuridad. La dominicana que, con su muerte, consiguió la rápida legalización de muchos latinos, se fue casi en el acto. Bala certera en su corazón.
El Ministerio de Interior indemnizó a su hija con 20 millones de pesetas
Fue un acto tan visceral de odio perpetrado a sangre fría por los cuatro ejecutantes, a los que se les hace un exhaustivo perfil en el nuevo ‘true crime’, que su comisión fue verdaderamente chapucera. Por ello, a las dos semanas del suceso todos estaban detenidos. Comenzaría así uno de los pocos juicios en nuestro país en los que, por la insolencia y falta de arrepentimiento de los condenados, el magistrado decidió cambiar durante el proceso la tipificación del delito del que se les acusaba: de homicidio a asesinato.
Y se hizo justicia: 54 años para el Guardia Civil por disparar, y 24 para los demás por acompañarles y tener las mismas ganas de hacer daño. Un juicio que además le sacó los colores al Estado porque tuvo que indemnizar a Kenia, hija de Lucrecia, con 20 millones de pesetas. Ningún responsable de la Guardia Civil se percató de lo que había entre sus filas, por lo que el Ministerio de Interior también fue juzgado como responsable civil subsidiario.
La Guardia Civil pudo evitar el crimen
Nueve correctivos por comportamientos irregulares, sobre todo actitudes agresivas, en solo cinco años de servicio o su participación en actos de ideología nazi. Realmente el cuerpo sí que tenía bien detectada la ‘peligrosidad’ de este individuo de dudosa profesionalidad, pero lo cierto es que nadie con la responsabilidad suficiente tomó la decisión que había que tomar y que, además, hubiera salvado la vida de Lucrecia. Con su expulsión, habría dejado de contar con un arma de fuego que usó tan impunemente.
En el documental también se reflexiona sobre las sentencias, supuestamente ‘ejemplarizantes’ y, por tanto, injustas para algunos de sus protagonistas, como la abogada de uno de los asesinos de Lucrecia. El juez instructor, sin embargo, dice aquello de que “la justicia no juzga ideologías, juzga hechos’. En todo caso, detalles nimios si se comparan con la muerte de la inocente dominicana que consiguió movilizar a un país entero en contra del racismo y la xenofobia.