El 'doomscrolling': hasta dónde el miedo o el peligro puede llevarnos a actividades gravemente adictivas

'Doom' proviene de caos, fatalidad o muerte, mientras que 'Scroll' es la actividad de ir moviendo el dedo por la pantalla bajando los contenidos casi infinitos de Internet

Enrique Espada
Enrique Espada

Periodista especializado en actualidad

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El concepto 'doomscrolling' ha recogido mucha importancia a partir de ser ocasionado durante el covid. Y actualmente no son pocas ya las historias relacionadas con este término que pasan por consultas de psicólogos y redes sociales. 'Doom' proviene de caos, fatalidad o muerte, mientras que 'Scroll' es la actividad de ir moviendo el dedo por la pantalla bajando los contenidos casi infinitos de Internet.

Durante estos últimos años hemos visto, con inquietud, hasta dónde el sentimiento de urgencia, miedo, peligro puede llevar a acciones muy adictivas relacionadas con la manera en la que los individuos nos exponemos a la información. Por ejemplo, está corroborado que los individuos nos sentimos mucho más atraídos por las noticias catastrofistas. El miedo y el peligro penetran fuertemente en nuestra atención.

Las claves del fenómeno: sistema límbico y nervioso

El ser humano está capacitado según nuestra evolución para responder de forma eficaz ante cualquier peligro. En la actualidad, no hay depredadores naturales, pero nuestro sistema nervioso, y especialmente el límbico, encargado del procesamiento de emociones como el miedo, siguen siendo exactamente los mismos que cuando los había. Los cerebros consumen bastantes más recursos en la identificación de lo negativo y arriesgado que en lo bueno, simpático, alegre o positivo.

Y, claramente, lo mencionado tiene mucho sentido. Cuando los primitivos estaban en medio de la montaña y miraban un punto en el horizonte, su sistema de alerta se encendía y se preparaban para la lucha o la huida. Dicha señal podría ser un mosquito, un animal carnívoro o un efecto luminoso u óptico, pero ser especialmente optimista y equivocarse estrepitosamente en ese contexto conllevaba la gran desventaja de un coste muy elevado.

También, para el reforzar en su seguridad y predicciones, en siglos pasados necesitaban obtener toda la información factible acerca de la amenaza: sus lugares de caza, su manera de moverse y comportarse, su apariencia... Algo absolutamente vital. Razón esta por la que el ser humano no es nada amigo de lo incierto. Se necesita dicha información para mantenerse a salvo. El cerebro lo reconoce y moviliza algunos recursos para conseguirla. Saber el futuro nos calma y da seguridad.

"Me despierto por la mañana con cierta sensación de inquietud, ansiedad y desgana. Me dispongo a leer qué ha sucedido en el día y me veo atrapado en varias decenas de noticias de contenido catastrófico e inquietante. Número de víctimas mortales, infectados, peligros... Mi ánimo empeora, mi ansiedad se eleva y mi necesidad de seguir leyendo va en aumento. Han pasado horas y sigo metido en este círculo vicioso de negatividad", explica para 'Psicología y Mente' alguien que podría cumplir perfectamente los requisitos para padecer esta nueva afección.

Un testimonio que, desde luego, pone de manifiesto los relevantes efectos de la hipervigilancia constante hacia lo peligroso por los que tendemos a no darle ninguna importancia, los miedos y terrores crecen, nos entran obsesiones, nos deprimimos, nos encontramos vulnerables e incapaces incluso de pelear contra las amenazas.

Sobre la respuesta atávica y el 'escudo de negatividad'

Ante tal escenario, intentamos que se resuelva la situación gracias a nuestra respuesta atávica. La única salida que utilizamos para relajarnos y sentirnos seguros, la que nos sirvió en el pasado, continuar buscando información negativa. Queremos conocer más, ansiamos conocer más. Nuestro 'escudo de negatividad' se transforma en una espiral de la que nos cuesta, siempre cada vez un poco más, salir.

“Hemos creado algo que explota una vulnerabilidad de la psicología humana” explicaba Sean Parker, primer presidente de Facebook en un sorprendente discurso en Filadelfia en 2018. Y apostillaba: “Solo Dios sabe lo que las redes sociales están haciendo con el cerebro de los niños”... aunque no sólo el de los más pequeños.

La educación de la mente solucionaría el posible problema

Y es que el adolescente normalmente es siempre el individuo más vulnerable cuando se reproducen estos relevantes problemas. Así pues, muchos expertos concluyen que uno de los consejos para no potenciar adicciones o conductas de riesgo es la educación, Saber relacionarse bien con las tecnologías de la información y de manera saludable. Aún así, en este supuesto también podría hablarse de un problema transgeneracional que afecta a cualquier ser humano que tenga al alcance las NTIC -Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación-. El 'doomscrolling' es, por tanto, un error en el sistema de alerta. Un comportamiento poco saludable y desadaptativo que tiene negativas consecuencias tanto en niños, jóvenes y mayores. Un cortocircuito del cerebro de, a lo mejor, una señal de que la tecnología evoluciona a una mayor velocidad de la que cerebros como los nuestros son capaces de adaptarse.