La historia real detrás de la serie de Netflix que se ha colado en el top 10 y cambió la forma en la que investigamos los crímenes para siempre

Estamos en 2004. Un hombre asesina a puñaladas, y a plena luz del día, a un niño de ocho años y a una mujer que intenta defenderlo. Las pistas conseguidas no conducen a nada, hasta que dieciséis años después una tecnología revolucionaria lo cambia todo. Este es el caso real tras la nueva serie de Netflix, El rastro.

Celia Pérez
Celia Pérez León

Periodista especializa en lifestyle y cultura

El Rastro de Netflix
Netflix

Cualquiera pensaría que un crimen que se comete a plena luz del día se podría resolver fácilmente. Alguien vería algo, una cámara captaría al criminal. ¡Tendría que haber ciento de pistas! Pero el crimen que narra esta nueva serie de Netflix tuvo lugar en 2004, veinte años atrás. No había cámaras, nadie vio nada, y las dos víctimas de un asesinato a plena luz del día tuvieron que esperar más de quince años para que se les hiciera justicia.

Estoy hablando de la serie El rastro, la nueva apuesta nórdica de Netflix, que ha llegado a la plataforma con muy buenas cifras, y se ha colado directamente en el top 10 de lo más visto en España. Lo que no muchos saben es que esta historia, que te dejará sin palabras, está basada en hechos reales y revolucionó el campo de la criminología.

 

¿De qué va El rastro?

El rastro nos cuenta la historia de un niño de ocho años que, en octubre de 2004, mientras regresaba a casa del colegio, fue asesinado por un hombre encapuchado. Anna-Lena Svensson, de 56 años, corrió la misma suerte al presenciar el crimen e intentar salvarle la vida al pequeño.

Hace más de veinte años de estos terribles sucesos, y Netflix rescata este oscuro crimen que cambió la forma en la que investigamos los asesinatos para siempre. En esta miniserie, Peter Eggers y Mattias Nordkvist le dan vida a este misterioso asesinato que, pese a suceder a plena luz del día, se convirtió en todo un quebradero de cabeza para sus investigadores y no pudo resolverse hasta 16 años después.

Ahora que el crimen ya ha sido resuelto, Lisa Siwe se ha puesto al mando de esta producción de cuatro episodios que se ha convertido en el true crime del momento. No tienes excusas, te lo verás en una tarde.

Un crimen irresoluble a plena luz del día

El crimen en el que se basa El rastro fue cruel, virulento y sucedió a plena luz del día. Las pistas sobre quién era el asesino, sin embargo, parecían nulas. Los investigadores al cargo del caso tenían una gorra del criminal y el arma homicida, de la que pudieron obtener su ADN. Gracias a ello pudieron elaborar un retrato robot: el criminal era un hombre del norte de Europa, rubio, fumador y consumidor de snus, de unos veinte años, y con problemas mentales. Pese a eso y a los más  de 200 retratos robots que se hicieron a lo largo de los años, jamás consiguieron dar con el asesino.

El caso se convirtió en motivo de vergüenza para la policía de Suecia, que dieron el caso como irresoluble durante más de 16 años. Hasta que, en 2020, las cosas cambiaron para siempre.

El rastro

El rastro es un true crime inspirado en un terrible homicidio doble que permaneció más de 16 años sin resolver.

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El avance de la tecnología y la ciencia permitió que, por primera vez en la historia, usáramos un método de investigación completamente revolucionario: el método del ADN ancestral. Este permite que encontremos los antecedentes familiares de cada persona. Es la que hemos visto, desde entonces, cientos de veces en redes sociales. Un influencer se pasa un hisopo por la boca y, tras enviarlo a una compañía especializada, analizan su genoma y les ofrecen información muy precisa sobre su ascendencia.

Un método revolucionario

Puede parecernos trivial, pero la tendencia de la ascendencia genealógica fue clave para este caso. Más allá del contenido en redes sociales, esta moda permitió que se formara una inmensa base de datos con pruebas genéticas, que ha revolucionado el campo de la criminología. Hasta entonces, la policía solo podía cotejar sus pruebas con su propia base de datos, mucho más limitada que la que disponen estas empresas dedicadas a la genealogía.

Tras la aprobación de una ley que permitía usar esta tecnología para la investigación criminal, la policía sueca consiguió detener, el 9 de junio de 2020 (16 años después) al autor del doble homicidio. Era Daniel Nyqvist, que en aquel momento tenía 37 años. Peter Sjölund, genealogista, estuvo tras estas pequeñas coincidencias que al fin dieron con la identidad del asesino. Fue la primera vez que se usó esta técnica en Europa, y sentó un precedente clave para resolver otros cientos de casos desde entonces.

La coincidencia genética señaló también como posible asesino a su hermano, pero luego fue liberado, pues no contaba con el 100% de concordancia que sí evidenciaba el ADN de Daniel.

Ese mismo 9 de junio, Daniel confesó y fue puesto a disposición judicial. Se le condenó a recibir atención psiquiátrica tras asegurar que los crímenes no fueron premeditados. El asesino aseguró haber escuchado unas voces en su cabeza que lo obligaron a hacerlo. Parte de su condena incluyó un pago de 350.000 coronas a la familia del menor asesinado y de 1,4 millones de coronas al estado sueco.