La pasada semana se volvieron a mover los cimientos no del mundo del corazón, frívolamente hablando, sino del corazón a nivel emocional. Un corazón que todos debemos o, mejor dicho, deberíamos llevar dentro. Rocío Carrasco, ante los últimos acontecimientos y declaraciones de su hermana, Gloria Camila, y de Rocío, su hija, decidió que debía contestar a las cuestiones e insinuaciones que se estaban planteando. Evidentemente, Rocío Carrasco no es una lerda, una mema, una torpe o una indocumentada que no sepa sentarse en un plató y contestar a todo lo que le pongan por delante, como así insinuó su hija. Ella no necesita que su marido, Fidel Albiac, sea el guionista de su vida.
Rocío está fuerte
Desgraciadamente, le ha tocado una vida suficientemente movidita como para no necesitar que nadie la reescriba o se la reescriban. Prueba de ello fue la intervención que Rocío Carrasco tuvo el pasado viernes en el especial de Montealto ‘El precio del silencio’. Un programa que tuvo que tirar parte de su escaleta cuando lo que se tenía planeado era abrir otras estancias de la casa de Rocío Jurado: el despacho, el comedor y la cocina. Ese plan pasó a un segundo, tercer o cuarto término. Rocío Carrasco dio muestras, el pasado viernes, de que está suficientemente fuerte. Los últimos once meses le han servido para recomponerse por dentro y para no dejar ya que nada ni nadie la vuelvan a arrasar.