Mi escapada a Málaga ha sido corta y accidentada

Terelu Campos

Presentadora, colaboradora televisiva, bloguera y actriz

Actualizado a 17 de agosto de 2023, 18:15

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Como muchos ya sabéis, os escribo este blog en mi último día de vacaciones en Málaga. Mi periodo vacacional cada vez es más corto y cada vez me sabe a menos. Las circunstancias de la vida obligan a que sea así y gustosamente me adapto a ellas. Este año mis días de descanso han sido algo accidentados, pero no os asustéis que no me ha pasado nada grave. Para mí, la casa de mi madre en Málaga es mi refugio. Allí, bajo a esa piscina rodeada de vecinos a los que conozco hace muchos años y que me demuestran su cariño cada verano. Diréis: “¿Por qué tiene tanta importancia esa piscina?”. Pues muy sencillo, porque es el único lugar del mundo en el que me pongo en biquini, porque me siento protegida y segura. Además, porque es el único sitio donde no me siento juzgada y eso, también, es muy importante.

Dicho esto os voy a contar el primer incidente veraniego. El primer día que llego a la casa de Málaga veo que el agua de la piscina empieza a ponerse verde. Eso para mí es lo peor que me podía ocurrir. Como ya sabéis, yo a la playa voy poco por el tema de la prensa y otro tipo de cosas y eso que tengo el mar justo delante de casa. Solo tengo que cruzar la calle y ya estoy pisando la arena, pero ya sabéis cómo soy de ‘rarita’ muchas veces. Aun así, todos los años voy a la playa, pero no a la que está delante de mi casa. Seguro que queréis saber a cuál voy, ¿a que sí? Pues no lo voy a desvelar, porque todavía tengo dos dedos de luces. Este año como no me he podido bañar los primeros días de las vacaciones en la piscina tuve que adelantar mi día de playa. La playa a la que voy es un sitio en el que me siento en casa, en familia y me da tranquilidad.

A pesar de todo lo idílico que os lo estoy describiendo aquí viene el segundo incidente de las vacaciones. No me puedo meter en el agua sin antes ponerme los escarpines para no hacerme daño en los pies con la cantidad de piedras que hay en la orilla. ¡Madre mía, qué infierno es ponerte unos zapatos para darte un chapuzón en el mar! Cuando ya he conseguido calzarme y me animo a bañarme veo que mis amigas me están esperando. Otra rareza mía, no me meto en el mar sola. Este es otro de los coñazos que doy. Cuando estoy entrando en el mar, veo que hay un matrimonio que sale despavorido del agua. Les acaban de picar tres medusas: dos a ella y una a él. Al ver la escena digo: “Terelu, no me lo puedo creer. La piscina verde y el mar con medusas”. Así empezó mi primer día de vacaciones. A todo esto, se suma otra de mis manías: llevar un cubo para llenarlo de agua y enjuagarme los pies para no tenerlos llenos arena. ¡Odio la arena en los pies!

Al final, hice algo ridículo porque tuve que coger el cubo, llenarlo de agua y echármelo por encima en la orilla. Eso lo hacemos mi amigo Carlos Ruiz Vera y yo antes de plantearnos irnos de la playa o bañarnos así para quedarnos en la hamaca y tomarnos algo en el chiringuito que tanto nos gusta. ¡Idioteces del verano! Siempre os digo que venir a Málaga, mi tierra, es una necesidad para mí. Necesito tomar energía y recibirla de las personas que me quieren. La necesito para poder aguantar los momentos difíciles de lo que significa vivir, sobre todo, en los últimos años.

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