La semana pasada la comencé feliz porque seguía en Campoamor. Un viaje accidentado, al principio, pero con muchos momentos de felicidad después. Pensaba haber regresado antes a Madrid, pero lo alargué 24 horas más, porque Carlos, mi conductor, tiene casa allí y estaba pasando unos días con su familia. Me propuso volver el martes en vez del domingo y no me lo pensé dos veces. La vuelta, afortunadamente, no tuvo nada que ver con el infierno de la ida que os conté la semana pasada. Cuando estamos llegando a Madrid me llaman Kike Calleja y Raquel Abad para decirme que están en El Doble y me piden que vaya para hablar unas cosas de su boda. Allí que me presento con unas pintas y unos pelos de loca entre rizados y lisos. Mereció la pena ir porque estaban con Noel, el dueño de Papúa; Aless Gibaja, a quien quiero con locura; Raquel Lozano, que la conoceréis de ‘GH 16’ y hacía mucho que no la veía; y también Liz, que sé lo mucho que quiere a mi hija. ¡El Doble es mucho doble y lo que pasa allí… ahí se queda! La semana empieza como cualquier otra que tengo que trabajar. Me hago las manos después de unos días de playa y me toca presentar el jueves. Nada más empezar el programa recibo un mensaje y me entero de la muerte de Olivia Valère. Ella ha significado mucho en mi vida, porque me ha dado mucha felicidad. Os voy a confesar algo: yo era bastante joven cuando Olivia y yo nos conocimos. Su marido Philippe siempre ha sido maravilloso conmigo.
En esa época yo tendría veintimuchos años y me di cuenta de que a Olivia no le hacía mucha gracia que su marido me tratara o que se acercara para bailar conmigo. Cuando Olivia realmente me conoció descubrió que soy una mujer leal y que su marido también lo era y que jamás hubo ningún momento raro entre nosotros. Yo entendí que a ella, que tenía veinte años más que yo, eso le pareciera raro y lo comprendí. A mí me hubiera pasado lo mismo en su lugar. A partir de ahí, mi relación con ella ha sido maravillosa y, sobre todo, gracias a otra mujer estupenda como es Marili Coll. Conocí la casa estupenda que Olivia tenía en Marbella y que, en algún momento, me cedió para hacer algún reportaje, gratuito, en biquini en su piscina. Si hay una cosa que siempre recordaré con cariño es el piano bar que Olivia tenía y que conocí con mi primer marido. Ella fue la inventora de esa zona del piano bar acristalada dentro de una discoteca, donde se veía toda la sala y donde los artistas se aislaban del bullicio. Olivia fue siempre una valiente. Aunque estudió filología, decidió que tenía carisma para meterse en el mundo de la noche. Descubrió Marbella, se enamoró de ella y decidió pasar parte de su vida allí.
Olivia Valère, en una de sus fiestas en Marbella
Cuando ella llega a la Costa del Sol estaba Régine, otra mujer francesa, pero que ya estaba acabando su reinado en la noche marbellí. Con el paso de los años, Olivia toma el relevo y construye Babilonia, una de las discotecas más hermosas a la que he ido con algunas de mis parejas y sola con amigas. Allí Carlos, el pianista, y las diferentes cantantes me deleitaban con las canciones que siempre me han gustado. Olivia ha sido de las mejores anfitrionas que he conocido en mi vida y una disfrutona que le gustaba hacer feliz a los demás. A pesar de separarse de su exmarido, ella nunca lo dejó solo, por eso vivía con él y con su actual marido. Marbella y su noche están de luto. Olivia: voy a echarte mucho de menos, pero sé que dónde estés la vas a liar parda y se van a divertir y a disfrutar contigo. Nunca olvidaré tu español afrancesado, tus modelos y tu clase. España pierde a una grande de la noche.