Hace unos días recibí una llamada de mi amiga Concha, a la que considero mi hermana, para decirme: el director del Tívoli pide ayuda porque quieren cerrarlo. Este lugar ha sido muy importante en mi niñez y ha marcado mi forma de actuar y de ver la vida. Soy una persona muy poco mitómana y el Tívoli tiene responsabilidad en ello. Cuando era muy pequeñita, mi madre presentaba las actuaciones en el teatro de este parque de atracciones y mi padre era la mano derecha de Antonio Rodríguez, quien llevaba la contratación de artistas. Desde que tengo uso de razón los veranos los pasábamos mis padres, mi hermana y yo en este lugar. A mi madre le ayudaban en casa, pero nunca tuvimos una interna que se ocupara de nosotras. Como nadie nos podía cuidar, todos los días íbamos hasta Benalmádena, donde está ubicado el Tívoli. El jefe de mi padre también tenía dos hijos y nos íbamos con ellos a montar a todos los cacharritos gratis acompañados de un encargado del parque.
“Vi a Pantoja jovencísima”
Siempre he sido miedosa y me acuerdo cuando me monté, por primera vez, en la montaña rusa. En ese momento decidí que nunca más lo volvería a hacer. Me gustaban más los coches de choque y los caballitos porque no eran peligrosos. No disfruto con el riesgo. Allí conocí a los artistas más importantes de España e internacionales, como Serrat, Nino Bravo o Julio Iglesias. Me impresionó mucho Demis Roussos por lo grande que era. Siempre sacaba a dos niños al escenario y yo salí con él. ¡Casi me muero del miedo! Allí vi a Isabel Pantoja jovencísima cantar. Siempre iba acompañada de su madre. Me marcó ver a Camilo Sesto arrodillado abriendo los brazos cantando ‘Getsemaní’ y el público enfervorecido. Recuerdo que en el camerino de mi madre me puse mis primeros zapatos de tacón, que eran suyos. ¡Qué grandes me quedaban y cómo disfrutaba! Veía sus vestidos y sus pelucas y me quedaba asombrada. Cuando la veía presentando lo vivía de una forma natural, pero ver a todo el público me alucinaba. No olvidaré los minutos previos de los artistas detrás del escenario antes de actuar, donde se respiraba tanta tensión. Mi vinculación con el mundo de la música me lo dieron esos momentos.
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“El Tívoli no puede cerrar”
Desde que mis padres dejaron de trabajar allí hasta que volví pasó mucho tiempo porque de alguna manera necesitaba airearme. La última vez que entré al Tívoli fue hace cinco años para ver a Los Morancos. También pasé mucho miedo en el pasaje del terror. La anécdota fue cuando los actores me pidieron hacerse una foto conmigo. Que este sitio desaparezca es como si me arrancaran parte de mi vida y de mi infancia. Desde aquí, pido que no se cierre el Tívoli. Málaga no se puede quedar sin su emblemático parque de atracciones, muchas familias viven de él.