Amanezco el jueves con la resaca del ‘Sálvame Mediafest’ y se cumple un año de la muerte de Mila Ximénez. Miro el móvil y el primer mensaje que tengo es de su hija, Alba. Sentir que cuando piensa en su madre se acuerda de mí es un orgullo; es saber que ella ha sentido lo mucho que quería a su madre, y la quiero, y lo mucho que la he cuidado y protegido. ¡Todo lo que estaba en mi mano! Después de intercambiarnos unos cuantos mensajes, me decido a hablar con ella por teléfono. Alba es la generosidad personificada. Es capaz de compartir su dolor y entender el tuyo. Siempre hay algo hermoso en mis conversaciones con ella. Comienza siendo una charla completamente triste y la terminamos riendo y recordando cosas de mamá. Siempre me reconforta hablar con ella, aunque eso no quita que su madre esté en mi pensamiento todos los días. Alba ha perdido a sus padres en el periodo de un año y vivir eso es todo menos fácil. Perder a su madre, con la que disfrutaba y compartía todo lo bueno, y a los seis meses perder a su padre tiene tela. Pero ahí está ella, con su dignidad subiendo cada día un peldaño en su recuperación. Solo deseo su felicidad. En nuestra conversación le cuento que cuando termine el programa he quedado con Rocío Martín Vázquez y María Patiño para tomar algo y brindar por Mila. Ella me dice que también ha quedado con una amiga para cenar y que lleva pensando todo el día en anularlo, pero en el fondo sabe que tiene que ir, porque eso es lo que querría su madre.