Así fue la boda civil de Kike Calleja y Raquel Abad

Conocí a Kike en un momento complicado de su vida hace ya casi diez años. Yo tenía las primeras secuelas de mi primer cáncer y él había sufrido una de las pérdidas más importantes que puedes experimentar en la vida, la de una madre. Eso nos ha unido de una forma especial. Siempre he dicho que Kike ha sido mi compañero de batalla, de cenas, de ocio, de diversión, de desconexión.

He compartido sus sentimientos respecto a alguna de sus parejas y he sentido que, quizás, no tenía el derecho de decirle cosas que pensaba sobre ellas. Siempre me ha podido lo que he sentido por él, eso que cuando quieres a alguien de VERDAD, con mayúsculas, hace que nazca en ti un instinto de protección que no puedes evitar. Por eso, cuando conocí a Raquel supe que ella era diferente y lo supe desde el primer momento. Así que, con el paso del tiempo, Kike y Raquel se han convertido en uno solo para mí y me es muy difícil ponerlos en una balanza para ver a quién quiero más de los dos.

Raquel se ganó mi respeto y mi corazón desde el primer momento y lo hizo porque supe que quería a Kike de verdad. Era lo único que me importaba, que alguien lo quisiera realmente y que ese amor fuera sincero, libre y nunca interesado. Raquel me demostró, tan solo con mirarla, que ella era así.

Hoy reconozco que para mí es como si se casara alguien de mi familia, porque ellos forman parte de mi familia de vida: la que uno elige y no la que te da la vida, y de ella, por cierto, estoy orgullosísima. Culminar el sueño de esta boda es algo muy especial para mí, sobre todo porque sé el esfuerzo que, en todos los sentidos, han hecho Kike y Raquel para que los que estuvimos allí fuéramos felices y disfrutásemos en un día especial. Ahí va la generosidad de los dos.

La vida sin pasión y sin entrega es poca vida. Soy una amiga coñazo, lo reconozco. Soy de esas que de repente llaman y dicen: “Estoy aburrida, me voy a tu casa”. Ellos siempre me responden: “Sí, claro, cariño, vente”. Soy también de las que llaman y preguntan: “¿Qué hacéis? Me apunto a esa cena”. Lo grandioso es tener la libertad y la confianza que tengo con ambos para poder decirlo y hacerlo. En eso soy una afortunada, y no solo con Kike y Raquel, porque también me sucede con otras parejas de amigos que forman parte de esa familia vital de la que os hablaba antes.

Os cuento que Raquel me ofreció ver su traje de novia antes de casarse. Lo hizo en dos ocasiones: una a través de una fotografía y otra ofreciéndome acompañarla a una prueba. Me negué a hacerlo. Deseaba que me sorprendiera y me emocionara verla el día de la celebración. Los novios son importantes, pero las novias son especiales. Todo el mundo desea ver el traje de ella más que el del novio, aunque sabía que Kike no me defraudaría. El hecho de que ella tuviera esa confianza en mí hizo que me sintiera orgullosa y muy querida. 

Raquel, me he mantenido firme porque deseaba verte por primera vez vestida de novia entrando en la finca delante de todos. No quería que ningún gesto mío, o alguna palabra, te condicionara. Confieso en estas líneas que cada vez que me hablaba de su vestido se le iluminaba la cara. Sé que Raquel se siente feliz porque le han confeccionado el que deseaba. Hay que vestirse y no disfrazarse de novia. Raquel lo ha conseguido y ha sido ella misma. 

Si yo ya era un manojo de nervios, tuve la responsabilidad de hablar en público, algo que detesto. Una cosa es hablar delante de una cámara y otra es ver las caras a quiénes les hablas. Eso me ha intimidado siempre. Ojalá mis palabras les hayan emocionado y divertido.