A los 16 años, al llegar a Madrid, estuve un poco perdida

Terelu Campos

Presentadora, colaboradora televisiva, bloguera y actriz

Actualizado a 11 de enero de 2023, 06:30

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Hace unos días que hemos dejado atrás 2022 y no os he contado que el pasado septiembre hizo 41 años de mi llegada a Madrid. Me fui de Málaga con 16 años recién cumplidos y ya tengo 57. Imaginaos la revolución que fue esto en nuestras vidas. Mi madre, por fin, decidió que sus hijas ya tenían una edad para que ella pudiera ascender en su carrera profesional y no dudó en salir de Málaga para probar suerte en la capital de España. A lo largo de su vida fueron innumerables las veces que le propusieron irse a Madrid hasta que al final dijo que sí. En esa época se decía que uno trabajaba en provincias hasta que se iba a la capital, que era donde se podía triunfar. Para ser justos, mi madre triunfó de sobra en Málaga, que tanto le dio profesionalmente también. En aquella época mi madre se dedicaba a la radio, y todos aquellos que me lean y recuerden la voz de Mari Tere Campos a través de las ondas revivirán aquellos tiempos a los que me refiero. Venir a Madrid para ella fue una decisión complicada. A pesar de que yo acababa de cumplir 16 años y a mi hermana le quedaban dos meses para cumplir 15, no fue fácil dejarnos en Málaga un tiempo. Ella tenía que haber llegado el mes de febrero, pero tuvo que posponerlo al tener que ser operada de un mioma en el útero.

Eso le impidió vivir el golpe de Estado de 1981. Sé que a ella, siendo la directora de informativos de Radio Cadena Española, le hubiera apasionado vivir ese momento en Madrid, pero le hubiera aterrorizado estar lejos de nosotras. Madrid le cambió primero la vida a mi madre, porque pudo disfrutar de su ascenso profesional, y luego nos la cambió a nosotras. En algunos momentos, tuve la sensación de que era Paco Martínez Soria en algunas de sus películas. Recuerdo la primera vez que entré en el metro con mi hermana y pensé que algo malo sucedía. No os descojonéis, pero yo veía a la gente subir y bajar las escaleras corriendo y pensé que pasaba algo malo. Me sentí una cateta cuando me di cuenta de que ese era el ritmo de vida en la capital. Siempre he sido una mujer muy tímida, y en estos 41 años, gracias a estar aquí, he vencido muchas de esas timideces. Al principio yo no hablaba con nadie porque nadie me hablaba o casi nadie. Después comprendí que en una ciudad de las dimensiones de Madrid o me ponía las pilas o no me iba a integrar nunca. Lo hice, vencí mis miedos y empecé a comunicarme. Tengo buenos recuerdos del Instituto de Radio Televisión Española donde estudiaba. Al ser hija de empleada teníamos derecho a estudiar allí. Estaba situado en la Dehesa de la Villa y cada vez que paso por allí miro instintivamente a las ventanas de mi clase. Cuántas pellas hice en ese monte que hoy está prácticamente urbanizado. Al principio mi madre y nosotras vivíamos en la calle Castelló y después nos fuimos a la calle Pilar de Zaragoza, por la zona e Avenida de América. Llegar hasta el instituto era una odisea. Tenía que coger varios autobuses porque decidí que el metro y yo no éramos amigos ni era compatible con mi claustrofobia.

¡Cuántas veces perdí el autobús por estar en ese campo fumando un porro dentro de un saco de dormir con mi compañera Julia! Yo estudiaba de cuatro a ocho de la tarde y las clases eran de cuarenta y cinco minutos. Los descansos eran de quince minutos y en ese tiempo yo iba a la cafetería y tenían alcohol a tutiplén. Me he llegado a tomar hasta un sol y sombra: coñac con anís. Lo mejor es que no me gustaba ni una cosa ni la otra. Esas cosas pasaban a mis 16 años, que podías estudiar y tomarte un copazo en la cafetería del instituto. En esa época estuve un poco perdida.. No fumé mucho tiempo, pero lo hacía para estar contentilla. Una noche dándole unas caladas en la habitación de mi casa me dio una taquicardia tan fuerte que jamás en la vida lo he vuelto a probar. Soy muy extremista para esas cosas, así que se acabó para siempre. Yo venía retorcida de Málaga con el tema de los estudios. Eso me hizo deambular por varios institutos de Madrid y al final, con 18 años, me dieron la oportunidad de trabajar en la radio en la producción de un programa de fin de semana. Allí empecé haciendo un horóscopo divertido relacionado con canciones. La música siempre ha formado parte de mi vida por mi padre y, sobre todo, por mi madre. Ella hizo muchos programas de éxito en Málaga. Confieso que me costó menos de lo que creía adaptarme a Madrid. Aunque echaba de menos a gente de mi familia, en algún momento me sentí culpable de ser feliz en Madrid. No extrañaba vivir allí, pero con el paso de los años añoro más estar en la ciudad en que nací, ver el mar y estar con mi familia y mis amigos de la infancia. Ha tenido que pasar mucho tiempo para que yo sienta eso. Soy feliz porque Madrid me ha dado muchas oportunidades personal y profesionalmente. Al padre de mi hija lo conocí en Marbella, pero el amor de mi vida, mi hija, nació aquí. No sé si está bien dicho aquello de “de Madrid al cielo”, pero yo imagino que moriré en Madrid aunque no sé si luego iré al cielo o al infierno.

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