Pilar Eyre

Pilar Eyre

Carlos Goyanes, Carla Goyanes y Cari Lapique
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La vida de película de Carlos Goyanes y Cari Lapique, por Pilar Eyre

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Pilar Eyre

Periodista y escritora

Carlos Goyanes Perojo era, a finales de los años sesenta, el chico más popular de todo Madrid. Guapo, moderno, un hippy soñador, mal estudiante, bohemio, trabajaba en la productora familiar y era relaciones públicas de la discoteca Gitanillos. Pero el famoso de verdad era su abuelo, el legendario productor Benito Perojo, considerado el padre del cine español. Ingeniero por Londres y París, multimillonario gracias a sus ingenios en Cuba, fue dueño del primer Rolls-Royce que se vio en Madrid y de la mejor casa de la Moraleja. Me cuenta el no menos legendario Julio Ayesa, que iba al Colegio Alemán con los hermanos mayores de Carlos, “en la casa de su abuelo había criados de guante blanco y chaquetilla de rayas y te podías encontrar a Sara Montiel o Deborah Kerr, hablaba francés e inglés como un nativo, y tenía las paredes llenas de obras de arte”.

"Nena”, su única hija, se casa con un empleado suyo, Manolo Goyanes, que pronto instala productora propia. La familia vive en la calle María de Molina número 5, en el mismo edificio de Isabelita Garcés y Lola Flores. Carlos, el tercero de los hijos, a pesar de su rebeldía y sus horarios nocturnos no quiere independizarse. No tiene ningún interés porque en la casa familiar está quién más le interesa: Pepita. Pepa Flores, a la que todo el mundo conoce como Marisol. Goyanes la ha convertido en la niña más famosa de España y ella lo ha hecho millonario. Para tenerla más controlada, se la ha llevado a vivir con ellos.

La boda de Marisol

Pepa y Carlos “se gustan” desde que son casi niños. Y la convivencia hace que tengan relaciones muy pronto, adolescentes aún. Pero a escondidas, nadie lo sabe, ni la propia familia ¡el mito de la virginal niña Marisol no podía venirse abajo! Pasada su época de estrella infantil, se le atribuyen algunos inofensivos romances, con Junior, Sebastián Palomo Linares, Paul Anka, Ramón Arcusa.... Incluso el bailarín Antonio me contó que, rodando la película ‘La nueva cenicienta’, Marisol le había pedido que la raptara y se casara con ella, porque quería librarse de la tutela de los Goyanes. Aunque todas estas historias eran rápidamente desmentidas, Carlos se moría de celos y reñían, hasta que al final la situación entre los dos se hizo tan evidente e insoportable que el padre tuvo que resignarse. Al fin y al cabo, piensa, es hora de que la niña Marisol se convierta en adulta y, si se casa con su hijo, no saldrá de la familia. Carlos acepta entusiasmado porque está muy enamorado de Pepa, y ella consiente porque se cree también enamorada o quizás piensa que podrá al fin tener su propia vida.

Su boda es digna de una superproducción de Hollywood. La iglesia, San Agustín, el banquete, en Pavillon. Cuatro mil invitados. Se tuvo que llamar a la fuerza pública pero aun así la multitud destrozó el traje de Silvano de 700.000 pesetas que lucía Marisol, y hasta el cura, el padre Echenique, tuvo que pedir compostura a las masas a través de un micrófono. Massiel se desmayó, Carmen Sevilla y Lola Flores perdieron los zapatos, Rocío Dúrcal tuvo que entrar en el coche por la ventanilla y a Jaime de Mora le robaron el bastón y se cayó al suelo. Los carteristas hicieron su agosto, Carlos se echó a llorar en brazos de su madre y toda la ceremonia duró solo veinte minutos.

Boda 2 Marisol

Pepa y Carlos se van a vivir a la calle Apolonio Morales. Inmediatamente se dan cue ta de que su matrimonio ha sido un error, pero, para salvarlo, quieren un hijo. Pepa tuvo un aborto. Se sometió a una operación de trompas, pero, cuando se recuperó, ya no les apetecía tener ese hijo. Muy deprimida, fantasea con la idea de hacerse monja oblata hasta que al final, una mañana, coge una maleta, lo deja todo y se va a vivir a Barcelona, donde se enamora de Joan Manuel Serrat... pero esta es ya otra historia. Pepa solo hablará una vez en público de Carlos. Cuando su segundo marido, Antonio Gades, la abandonó por otra, declaró con sencillez “yo dejé a Carlos Goyanes y ahora Antonio Gades me ha dejado a mí”.

Cari Lapique, su gran amor

Carlos sale desesperado de esa relación, creyendo que ya nunca iba a amar a nadie... hasta que conoció a Cari Lapique, que se convirtió en la verdadera mujer de su vida. Cari era la chica más mona de la sociedad de esos años, de buena familia, muy simpática y, pese a ese aspecto aniñado que aún conserva, con una voluntad de hierro. “Me volví loca de amor por Carlos”, ha declarado recientemente. Pero las cosas no fueron fáciles, Franco aún vivía y él era un hombre casado, una relación que mereció muchos desprecios, insultos por la calle y marginación social, aunque Cari nunca se quejó. Su familia incluso le dio de lado y ella no tuvo reparos en trabajar en El Corte Inglés de dependienta, y se la podía fotografiar con su bata despachando con diligencia. Al final Carlos obtuvo la anulación matrimonial por “inmadurez de los contrayentes” y Cari y él pudieron casarse en Marbella. Fue un amor muy grande y, cincuenta años después, solo ha podido separarlos la muerte. Ahora viene lo más difícil: aprender a vivir sin Carlos. Mucha fuerza, Cari.