Corría el verano de 1967. En la ‘boîte’ Van Gogo de Cascais tocaban un lento y la noche era deliciosa, pero Sofía tenía una expresión atormentada. Juanito bailaba, mejilla contra mejilla, con una amiga, y la princesa permanecía sentada junto al marido de la amiga en una mesa, jugueteando con un cigarrillo. De pronto, se tocó la incipiente barriga, que apenas revelaba los tres meses de embarazo, y susurró: “No hay derecho… Vosotros, que os da igual, tenéis dos chicos y, sin embargo, nosotros, que tanto necesitamos un varón, dos niñas…”. El amigo le cogió la mano y le dijo que solo tenía 29 años, que vendrían más hijos, pero la princesa meneó la cabeza con desaliento: “Por las dificultades que he tenido en mis anteriores partos esta es mi última ocasión de quedarme embarazada; si no doy a luz a un heredero, habremos perdido nuestra oportunidad de reinar en España”.