Al contrario de lo que se ha dicho, es de muy buena familia. Su padre representaba a la compañía Varig en Europa y ella estudió Ciencias Políticas en una exclusiva universidad suiza. Se casó dos veces: la primera con el financiero millonario Philip Adkins, con el que tuvo una hija, y la segunda con el príncipe alemán Casimir zu Sayn-Wittgenstein, con el que tuvo a Alexander. Con ambos mantiene excelente relación. A pesar de pertenecer a la ‘jet set’, Corinna trabajaba en la armería londinense Boss y era una importante organizadora de safaris, con una buena agenda. No era sumisa ni frívola ni cortesana, y esto le gustó a Juan Carlos, que, después de estar dos días con ella en La Garganta, supo que se había enamorado. ¡A partir de entonces, su vida cambió para siempre! Solo pensaba en ella, en cómo pasar más tiempo juntos, cómo oficializar su estatus… Intentó separarse de la Reina para contraer una especie de matrimonio morganático con Corinna, pero cuando se lo propuso a Rajoy, este lo disuadió. Incluso llegó a hablar con sus hijos, quienes se indignaron. Se hizo íntimo amigo del primer marido de Corinna, que se convirtió en su paño de lágrimas cuando la alemana se iba a Londres y lo dejaba solo. Viajaban los cuatro juntos formando una extraña familia, y a veces se unía a ellos el segundo marido, Casimir, con su novia. Nadie sabía cómo explicar estos desplazamientos, pero entonces la prensa callaba, ocupada en señalar la delgadez de Letizia o los modelitos que lucía.
Corinna cuidó a un rey marginado
Es cierto que los contactos de Corinna aumentaron gracias a la proximidad del rey de España, pero también es verdad que se ocupó de don Juan Carlos en unos años en los que la familia lo tenía marginado, quizá por su culpa. Cuando iba a las revisiones médicas lo acompañaba su amigo Josep Cusí. En la operación del Clínico de Barcelona solo estaba Corinna cogiéndole de la mano. Una mano fuerte que no lo soltó ni un momento, solo cuando la Reina acudió obligada al hospital y posó para los fotógrafos. Pero don Juan Carlos no hacía más que repetir: “Corinna, ¿dónde está Corinna? Que venga Corinna”, y la princesa fue dos días después y estuvo con él hasta que se curó por completo.
La declaración de Corinna
Acabamos de ver a Corinna declarando por videoconferencia. De negro, sin joyas, melena recortada, con rostro rejuvenecido, pero triste. Como triste está Juan Carlos en Abu Dabi. Y pienso que si las cosas se hubieran hecho de otra manera, en lugar de moverse en este infierno de abogados, amenazas y chantajes sin fin, ahora ella y el Rey podrían estar viviendo una jubilación dorada y apacible en algún lugar paradisiaco de la Costa Azul. “Tristes guerras/ si no es amor la empresa./ Tristes, tristes…”.