Restaurante caro de Madrid. Corinna preside la mesa de una fundación privada, el rey Juan Carlos está a su lado. Impresiona su físico espectacular: alta, delgada pero con curvas voluptuosas, tiende la mano al saludar, aprieta con fuerza. Conoce el nombre de todos, habla un español preciso, aunque con mucho acento. Propone, discute, rebusca en sus carpetas, señala, escucha. Un amigo del Rey la define: “Una combinación muy sexy, cerebro de hombre en cuerpo de mujer”. Juan Carlos guarda silencio y bebe whisky para acompañar la comida. Si alguien se dirige a él por cortesía, masculla: “Pregunta a la princesa...”. Un miembro de la fundación me cuenta: “No he visto a nadie tan enamorado, ¡parecía hipnotizado! Ella no guardaba el protocolo que se observa con el Rey, se levantó de pronto y fue don Juan Carlos el que tuvo que ir detrás, sin despedirse de nadie”.