Ojos lánguidos. Pose lánguida. Así eras tú, más princesa que las propias princesas. Desfilabas con la elegancia de los cisnes, eras un ser tan espiritual y etéreo como una meiga de tu tierra y Adolfo Domínguez decía de ti, “está hecha del mismo material de los sueños”. Sí, pero…
Pues va a ser que todo eso no era verdad, señores. ¡Escándalo! Te has enrollado con un veinteañero de profesión indeterminada y mirada falsamente ingenua, hablan de flechazo ardiente y de un fin de semana de placer en brazos el uno del otro… De lo que deduzco, Laura querida, que aquella frialdad marmórea que has paseado durante 40 años por las revistas no era más que un truco para potenciar tu carrera de modelo y que tú eres como todas nosotras, de carne (poca) y hueso. Pues, hija, a disfrutarlo y explícanos el secreto de cómo…, en fin…, va, qué te cuesta.