Ama a los animales con locura, como su padre y su tía Antoinette, y por eso me cae bien. Estefanía es princesa, muy rica, y Mónaco es un país de cuento de hadas. Sí, pero...
¡Qué duro debe haber sido vivir a la sombra de su glamurosa hermana! ¡Y que sus hijos, chicos corrientes, sean comparados con sus carismáticos sobrinos! Hace años trabé conversación con un camarero español del Sporting Club de Montecarlo. Me contó que las hermanas se odiaban tanto que el personal debía avisar cuando estaba una u otra para que no compartieran instalaciones, que Carolina no conocía a sus sobrinos y que él había visto a los hijos de las princesas con niñeras ignorándose mutuamente, sin saber que eran primos. Carolina es un icono de elegancia, un cisne y blablablá, pero yo siempre preferiré al patito feo.