La todavía mujer de Mario Vargas Llosa ha venido nada más y nada menos que a gestionar una entrevista exclusiva con una importante revista del corazón. ¡Ella pretende ser como Isabel Preysler y también busca su cuota de popularidad! Patricia quiere ser famosa, ocupar portadas y que por la calle le digan qué delgada estás y a ver si me pagas la hipoteca (juro que yo he visto como se lo pedían a Tita Cervera en el mercadillo de Sant Feliu de Guixols, un miembro de la raza calé que vendía camisones, para más señas). Bien, pues ¿quieren que les diga cuándo va a aparecer la entrevista con doña Patricia, en la que contaría su versión de los hechos? ¿Quieren saber cuándo verán esas fotos en las que lucirá joven y radiante, previo paso por el médico de estética, la máquina del tiempo y el photoshop? ¡Nunca! ¡No las verán nunca! Porque al final se han roto las negociaciones, la doña se volvió a Perú cariacontecida y resignada y aquí paz y después gloria o, como dijo el poeta, “después de todo, todo ha sido nada/a pesar de que un día lo fue todo.” Y que no se molesten las otras revistas en hacerle una oferta, porque Patri quiere salir en esa y solo en esa, en la que reina su rival con todos los merecimientos. Ya ven ustedes, ni una semana sin hablar del clan Preysler, si se cansan, avisen…