Pilar Eyre

Pilar Eyre

Reyes Felipe y Letizia
Gtres

Felipe y Letizia se mostraban incómodos ante los gestos cómplices del rey Juan Carlos y Corinna Larsen

Muy alta, con la cabeza erguida, una forma de moverse juvenil que trasmitía energía y alegría de vivir… Bastaba que le dijera una frase a don Juan Carlos para que este se pusiera a reír a carcajadas. ¡Nunca he visto a un hombre tan perdidamente enamorado!”, me cuenta la presidenta de una fundación que comió con el Rey, su amante y otros patronos de fundaciones en Madrid, cuando nadie sabía quién era Corinna. “Se sentó junto al Rey, hablaba regular en español y en inglés, y estaba al tanto de nuestro trabajo”. Y añade un detalle muy significativo: “¡Olía muy bien!”. Fue en los premios Laureus de Barcelona cuando empezamos a sospechar que entre el Rey y la alemana había una relación seria. Corinna ejercía de anfitriona, conocía los nombres de todos, departía con la infanta Cristina e Iñaki, que la trataban con gran deferencia… Felipe y Letizia, sin embargo, pese a que debían quedarse a dormir en Barcelona después de acudir a un acto en el que se mostraron incómodos, prefirieron regresar a Madrid. Corinna y Juan Carlos intercambiaban sonrisas y miradas cómplices, ¡es tan difícil ocultar los sentimientos amorosos! Doña Sofía, obligada a quedarse en Madrid, sufría en silencio, aunque estaba ya al cabo de la calle de la relación. Corinna ocupaba una casita cerca de la Zarzuela, donde el Rey pasaba las noches, y el personal de la Casa la llamaba “la señora del pabellón”. Su hijo recorría los bosques con una moto que le había regalado don Juan Carlos, al que quería mucho y llamaba “tío rey”.