Saltas al plató con la desenvoltura fácil del showman profesional. Te meriendas las cámaras y consigues con tu apostura de malote tipo Marlo Brando que los demás parezcamos unos chiquilicuatres.
Sí, pero…
Creo que en todo esto hay un misterio. Que hay un Carlos Lozano que no es ese que vemos. Y que este asunto de la tele no es más que un juego de niños para ti, llevado a cabo con el único fin de despistarnos sobre tu verdadera naturaleza. Que eres distinto a tus compañeros, que tienes otra vida, que habitas en una dimensión desconocida, oscura, enigmática y peligrosa. Y que estuviste ahí, en esa grieta, los dos días en que desapareciste, aunque nos cuentes otra milonga. ¿Qué pasó? ¡No lo sé, pero siento escalofríos solo imaginándomelo!