La semana como hoy, en 1992, la pareja icónica formada por Juan Carlos y Sofía, el símbolo de aquella España que pasó en pocos años de la edad media a la modernidad, los reyes más carismáticos de Europa, a cuyos pies venían a posarse las otras monarquías, desde Lady Di a las reinas de Holanda o Bélgica, estuvo a punto de saltar por los aires, por primera vez. ¡Y a la vista de todo el mundo! Porque un enamorado Juan Carlos dejó atrás familia y responsabilidades para correr junto a su amiga más querida, que se estaba tratando una depresión en una clínica suiza.

Hizo dos viajes en absoluto secreto, estuvo varios días. “No te preocupes, que, mientras me necesites, aquí estaré”. Y también: “Aquí estoy, chiquita”. Sin el permiso de nadie, sin informar a quien corresponda. ¡El hombre superficial que de todo se reía, el campechano frívolo que parecía estar por encima de las pasiones terrenales, el ‘bon vivant’, el epicúreo, sufriendo y sacrificándose, no por España, sino por un amor! Quizás nunca nos hubiéramos enterado si no hubiera intervenido la mala suerte.