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Marbella era un cruce de caminos entre pícaros y vividores, niños mal de casa bien, árabes millonarios y prostitutas muy caras. Marbella era la cuna del peluquín, la silicona y las prótesis mamarias. Las mujeres y los hombres llevaban tanto oro encima que si hubieran osado meterse en la piscina del Marbella Club se hubieran ido al fondo sin remisión, pero no había peligro porque nunca vi bañarse a nadie, ya que íbamos al Marbella Club a beber ‘bull shot’, que era nuestro alimento diario, y a intentar escribir nuestra crónica periodística.